Ricardo Martínez fue alumno, docente e investigador de Exactas. Descubrió el oro de Veladero y participó en los hallazgos de los yacimientos más importantes del país. En el Día de la Minería, esta es la historia del geólogo que heredó la intuición y el espíritu emprendedor de su padre y hoy lidera a los empresarios mineros de San Juan.
“El diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo”, dice el actual Presidente de la Cámara Minera de San Juan, recordando con nostalgia a su padre, un inquieto emprendedor que en la década del 60´ empezó trabajando en una bicicletería en Santa Lucia y 2 décadas después era el dueño de un reconocido negocio de ramos generales en Rawson.
Es que don “Coquino” incidió de manera determinante en la forma de mirar la vida que tuvo y tiene su hijo, esa capacidad de reconocer evidencias y oportunidades donde otros no ven nada. “Ese don está en juego cada vez que hablo con una persona, leo un artículo, miro un plano u observo un cerro”, asegura el geólogo.Ciclismo Infantil, 1969. Ricardo con su abuelo Ramón Martínez
Ricardo Daniel Martínez llegó a este mundo con la asistencia de una partera el 19 de junio de 1962 en la casa de sus abuelos paternos, en calle Santiago del Estero entre Maipú y Pedro Echague, en el corazón de la Ciudad de San Juan. Allí vivió su primera infancia junto a sus padres, Ricardo y Ana, y su hermana Mónica Daniela. La familia Martínez – Muñoz vivió en varias casas de alquiler antes de tener la propia en el barrio Belgrano, en Rawson.
Hizo la primaria en la Escuela Superior Sarmiento y luego cursó 3 años de secundaria en la Escuela de Comercio Libertador General San Martín, hasta que se convenció que no podría complacer a su padre, quien lo soñaba contador y a cargo de las cuentas del negocio familiar. Terminó el nivel medio en el Colegio Nacional.
El ciclismo, desde los 6 años hasta la época de facultad, los picaditos de futbol con los amigos del barrio, algo de rugby en la UNSJ, básquet en el club Estrella, las obligaciones escolares, las reuniones en familia y los viajes de reparto del negocio familiar, fueron las postales cotidianas de su vida adolescente.
En “El Revoltijo”, así se llamaba el negocio de la familia, los hermanos Martínez aprendieron a conocer las reglas básicas de la actividad comercial y a valorar desde muy temprano la cultura del esfuerzo y el trabajo. Además de las tareas habituales en el almacén, Ricardo solía acompañar durante las vacaciones escolares a su padre a vender mercaderías por los valles de Calingasta, Iglesia, Jáchal y Valle Fértil.
“Cuando le conté a mi padre que estudiaría Geología, me dijo: ¨te voy a apoyar, pero quiero que sepas que la mayoría de los geólogos que conozco son borrachos”, recuerda entre risas. En 1979 comenzó a estudiar en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFN) de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ). Pronto mostró condiciones para las demandas disciplinares de la carrera y también vocación para la política; fue el primer presidente que tuvo el Centro de Estudiantes de Exactas.
En marzo del 85´, cuando aún le faltaban 9 materias y la tesis para terminar, recibió una invitación para realizar una formación de posgrado en la Universidad de Akron en Estados Unidos. De inmediato supo que estaba frente a una oportunidad extraordinaria; redobló los esfuerzos como nunca, rindió las materias pendientes, terminó la tesis y en diciembre de ese año se convirtió en el primer egresado de su promoción.
Mientras cursaba en el país del norte, Ricardo viajó a fines de 1986 a San Juan y contrajo matrimonio con Adriana Carelli, su vecina, luego novia por 6 años, y después madre de sus cuatro hijos y actual compañera de vida. El matrimonio vivió en la ciudad de Akron, Ohio, durante un año, que fue el tiempo que le llevó al sanjuanino completar el cursado y el trabajo de tesis (un estudio de geología estructural en una cuenca petrolera del oeste de Estados Unidos).
Terminada la maestría, tuvo una oferta para continuar un doctorado en Columbus State University, pero el embarazo de su mujer, la nostalgia por las vivencias en la patria chica y las expectativas que generaban por entonces los planes Austral y Houston, impulsados por el gobierno de Raúl Alfonsín, lo motivaron a volver.
Comenzaba el año 1988 y en San Juan la vida no estaba fácil, menos para un geólogo junior con familia a cargo. La única expectativa laboral del joven profesional estaba asociada a la beca que había logrado concursar y ganar desde Estados Unidos, bajo la dirección de su admirado profesor, el Dr. Emiliano Pedro Aparicio, para comenzar la carrera de investigador en el CONICET.
Sin embargo, antes del primer cobro como becario, la crisis económica e institucional del país aceleró la marcha hacia la hiperinflación, las becas quedaron suspendidas y la carrera de Martínez como conicetista terminó antes de empezar.
En ese preocupante contexto, Ricardo se topó un día en la puerta de la FCEFN con un “providencial” aviso de un llamado a concurso para cumplir funciones en el Instituto de Investigaciones Geológicas. Así fue como ingresó a trabajar en la UNSJ, lo que le permitió de inmediato contar con un sueldo y cobertura social para el inminente nacimiento de su hijo Ramón, y, además, comenzar a direccionar su carrera profesional hacia la investigación y el trabajo en el mundo de la minería.
Poco tiempo después comenzó a trabajar como geólogo de campo, con contratos cortos, en una empresa estadounidense que desarrollaba prospección petrolera en Argentina, utilizando geoquímica de gases e isotopos de carbono, una técnica muy novedosa por entonces. Así conoció zonas licitadas a lo largo de todo el país, montado en motos y vehículos 4×4.
El perfil minero se potenció aún más cuando comenzó a trabajar también en el Departamento de Minería de San Juan y más tarde, en 1990, fue asignado al flamante Instituto Provincial de Exploraciones y Explotaciones Mineras (IPEEM). Por aquel tiempo fue el único profesional sanjuanino becado para perfeccionarse en Quebec, Canadá.
En el IPEEM realizó un trabajo clave, ya que relevó y ordenó la información histórica disponible hasta ese momento y, por esa razón, cumplió un rol protagónico en la confección de los pliegos técnicos licitatorios de las zonas ofertadas por el Estado para explorar. Además, era el único empleado del Instituto que hablaba inglés, lo que facilitó su vinculación con los extranjeros, especialmente canadienses, que llegaban a San Juan interesados por las reservas minerales de las zonas cordilleranas.
En 1991, tras el cambio de gobierno, Martínez se va del Estado provincial para invertir su tiempo exclusivamente en trabajos de consultoría para empresas, aunque siguió vinculado a proyectos académicos de la UNSJ a través del Instituto de Geología Regional para América Latina (IGREPAL).
Al año siguiente, comenzó junto a colegas con una consultoría que pronto se tornó en la empresa Argentina Gold Corporation, dedicada a la prospección. La nueva firma tenía entre sus directivos al canadiense Lukas Lundin y Patricio Jones, este último responsable del equipo de trabajo del proyecto de oro y cobre Bajo de la Alumbrera, de Catamarca.
En 1993, el mismo año que el país sancionó la Ley Minera, la empresa junior del grupo Lundin-Jones, con Martínez y otros colegas a la cabeza, ganó la licitación para explorar las áreas Veladero y Del Carmen, aunque debió negociar un “Joint Venture” con Barrick para repartirse las zonas. Veladero quedó para la nueva compañía, con el sanjuanino entre sus principales referentes.
Este acontecimiento inauguraría una etapa tan apasionante como extraordinaria en la vida del geólogo. “Yo había revisado planos viejos y recopilado mucha información sobre Veladero en el IPEEM. Siempre me llamó la atención ese lugar. Había información confusa en las muestras, sin embargo, algo me decía que ahí podía haber algo grande”, recuerda.
Para entonces, Ricardo ya había sido padre por segunda vez y pasaba semanas enteras en el campo, lejos de la familia. La minería a gran escala estaba en ciernes en San Juan y él intuía que se venía un tiempo de oportunidades. Así fue que decidió renunciar a la UNSJ y también abandonar su formación doctoral, bajo la dirección de su venerado profesor y jefe, Dr. Bruno Baldis.
A esa decisión le siguieron siete meses de arduo trabajo en una zona con escasos caminos, pocas camionetas disponibles, mucho lomo de mula y resultados nulos; la campaña fue un fracaso, a tal punto que Martínez tuvo que batallar fuerte con sus jefes para que la empresa siguiera financiando las exploraciones.
A inicios del 95´, la suerte cambió; Martínez y un grupo de geólogos junior del país, con deseos y dedicación, lograron las primeras muestras valiosas de Veladero y comenzaron a creer que estaban en las puertas de hacer realidad el sueño de todo minero. “El descubrimiento fue en un cerro muy chiquito, tiznado rojizo por el óxido, que bautizamos “Brecha Agostina” en honor a mi hija mayor y a la hija del primer geólogo que subió a ese cerro, Roberto Luna”, rememora.
En esa brecha se perforaron los primeros pozos en un cuerpo cilíndrico de aproximadamente 250 metros de diámetro, con rendimientos extraordinarios. La empresa incrementó de inmediato la inversión, expandió la zona de exploración e intensificó el trabajo. Pero los resultados no fueron -en lo inmediato- los deseados. Fue una etapa crítica del proyecto.
Veladero estuvo a punto de quedar desfinanciado; sin embargo, Jones con Martínez y su equipo, empujados más por la intuición que la evidencia, valiéndose de la relación con los canadienses, lograron financiamiento para una temporada más, pero solo para realizar estudios geofísicos y muestreos en otras zonas.
Al concluir esa etapa, luego de relevar una y mil veces los datos obtenidos, lograron tener la primera demostración teórica de que bajo la superficie de esa extensa área del norte sanjuanino había algo valioso y gigante.
En mayo de 1997, en pleno temporal de nieve, el equipo de Martínez perforó el pozo 55 en Filo Federico, un sector prominente del proyecto, que cortó 180 metros de profundidad con una ley promedio de 3 gramos de oro por tonelada. Fue la comprobación real del descubrimiento. Veladero guardaba en sus entrañas una mina con varios millones de onzas de oro.
Lo que vino después del descubrimiento no fue fácil. Había que conseguir muchos millones de inversión para desarrollar el proyecto en un mercado mundial descreído por el gran fraude de Indonesia (Busang, BreX) del año 97´. “Lo mismo pasó en la temporada 98´-99´, tuvimos que sobrevivir a una oferta de compra hostil por Barrick Gold, un socio que no confiaba, que quiso quedarse con Veladero a un precio muy bajo, casi vil”, recuerda.
Sin embargo, para 1999 el mundo de las inversiones ya había comprobado con certeza por distintos análisis y consultorías el potencial de Veladero. Fue entonces que la empresa canadiense Lundin vendió el proyecto a la centenaria compañía minera americana Homestake, que le pagó un premio especial a todo el equipo para que siguiera vinculado al proyecto y, además, designó a Martínez gerente general de la multinacional en Argentina.
En las dos temporadas siguientes la empresa invirtió más de 60 millones de dólares para profundizar la etapa exploratoria y el proyecto incrementó sus reservas de 4 millones a 17 millones de onzas. Así se llegó a la primera factibilidad.
En junio de 2001, cuando el país se asomaba a una nueva crisis económica e institucional, Martínez tuvo el privilegio de presentar en la Bolsa de Nueva York, en un CD, la factibilidad para la explotación de Veladero, completando así un trayecto difícil de alcanzar para un geólogo minero. Es decir, la misma persona que sacó la primera muestra de mineral a lomo de mula, concluyó junto a su equipo la factibilidad para explotar el proyecto.
En el curso de ese mismo año, Barrick anunció la compra de Homestake por 2300 millones de dólares, lo que significó la desvinculación de Martínez de Veladero.
A inicios del 2002, apenas semanas después del estallido social, la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y la sucesión de cuatro jefes de Estado en once días, Martínez recibió una nueva convocatoria del empresario sueco-canadiense Lukas Lundin, para formar equipo otra vez con Patricio Jones e impulsar la naciente empresa DEPROMINSA.
En los años siguientes, con Martínez a la cabeza, los equipos de exploración focalizaron su interés en el extremo norte de San Juan, una zona poco conocida hasta entonces en términos geológicos. Los resultados de aquellos laboriosos y fructíferos años de exploración en zonas ignotas son en la actualidad algunos de los proyectos mineros más importantes que tienen en marcha la provincia y el país, en diferentes etapas de desarrollo: Josemaría (cobre y oro), Filo del Sol (cobre, oro y plata) y Lunahuasi (cobre, oro y plata). También uno en Chile: Los Helados (cobre y oro).
En 2007, Martínez redujo su actuación en la empresa de Lundin solo a tareas de consultoría. Y, como lo había hecho oportunamente su padre, decidió diversificar sus negocios e invertir más tiempo en los emprendimientos propios y en otros que aún hoy desarrolla en sociedad con colegas mineros; entre ellos la empresa de multiservicios Viento Andino y la agroindustrial Campogrande del Acequión, ubicada en el sur de San Juan, que cuenta con más de 11.000 hectáreas de cultivo (olivo, pistacho, frutas secas, uvas, cannabis), 6 fábricas de aceite de oliva y 1 frigorífico.
Por otra parte, Martínez es uno de los inversionistas de la constructora Diamante Giuliani y el Director Ejecutivo de Minas Argentina S.A. (ERIS LLC), que opera la mina aurífera Gualcamayo, en Jáchal. Además, nunca abandonó su vocación política-empresaria; en los últimos 25 años ocupó cargos dirigenciales destacados en el Grupo de Empresas Exploradoras de Argentina (GEMERA), la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM) y en la Cámara Minera de San Juan, entidad que hoy preside.
Ricardo Daniel Martínez, distinguido en 2023 por Exactas en el marco de los 50 años de la UNSJ, reparte su tiempo hoy entre la familia (esposa, cuatro hijos, un nieto), los amigos y la pasión por el automovilismo, entre otros deportes, además del trabajo.
Desde la experiencia y la templanza que dan los años, valora más que nunca la importancia que tuvieron en su vida la formación universitaria, los amigos y sus colegas de la FCEFN. Además, se declara legítimo heredero del espíritu emprendedor y la intuición de su padre, y una persona con suerte, aunque aclara: “a la suerte solo te la encontrás laburando temprano”.