Mientras el peronismo descorcha, los libertarios bajan a tierra y Cambiemos se relame las heridas, cabe ensayar un par de suposiciones.
Los anabólicos del oficialismo diieron resultados. Lo anticipamos en agosto: unos cuantos anuncios/promesas de mejor vida de Massa fueron respaldados por retoques tributarios y salariales con toda la billetera atrás.
El llamado "pueblo peronista" no es masoquista y menos cuando el aparato lo enfrenta con una borrosa opción liberal que sugiere el fin de derechos sociales. Dicho de otro modo: nadie ama la inflación, la inseguridad o los narcos. Y como dice el filósofo de moda Byung Chul Han, “la expulsión de lo distinto genera un adiposo vacío de plenitud”, sacar de nuestras vidas lo que nos incomoda nos da una sensación de felicidad y seguridad.
Pero qué pasó con Javier Milei: Una pregunta que ahora se viraliza es si el León realmente quería ganar, si a esta hora deseaba gobernar, a la luz de sus desaguisados en las últimas semanas en el acting (dar vida a los personajes, dotándolos de emociones) y en la endeblez de sus propuestas dolarizadoras en medio de este pandemonium económico.
Concretamente, si no hubo un guion de autoboicot (¿co-escrito con el peronismo?), original o que se fue adaptando siguiendo los dictados del pronóstico general: sin estructura, experiencia de gestión, poder legislativo y territorial, su proyecto anti casta resultaría arrasado en poco tiempo.
Hubo tsunami massista en la provincia de Buenos Aires - ¿el kirchnerismo pasa, los barones quedan? - y en varios distritos del Interior en los que LLA había madrugado a todos.
En todo caso, el gran aporte de la app del fantasma libertario es haber inhabilitado la solapa de la memoria reciente del desastroso gobierno que termina
El peronismo ha demostrado su fama de Terminator y en campaña su último golpe de knockout a la ilusión liberal fue el marketing terrorífico sobre el fin de los subsidios al transporte público. Un mensaje de vida o muerte para millones de humildes.
Otra pregunta es si la fórmula fernet de Juan Schiaretti no fue finalmente otra feliz creación para amputarle la porción de sufragios que tal vez le habría permitido a Bullrich la entrada al balotaje.
Demasiado tarde para lágrimas en JxC. En la freudiana argentina, alguien dijo por las redes en estos días que la puja electoral se estableció entre la psicosis, la psicopatía y la neurosis. Perdió la neurosis.
Esta es una noche memorable para el peronismo, lanzado a olvidar rápidamente y por completo estos cuatro años de gestión ineficaz y negativa. De cara al balotaje, se dejará puesto el traje de superhéroe que defenderá a la sociedad de la quita de derechos. Nada mejor que una derecha ultramontana, como ocurrió en España con Unidas Podemos frente a Vox, para validar la propia estrella en declinación.
El negocio justicialista parece ahora redondo. Porque el 19-N se plebiscitará el Estado del Bienestar, como si de la música clásica se tratara, y no al gobierno ejecutor, una orquesta que hace tiempo desafina feo.
Este lunes, para los bolsillos de los afligidos ciudadanos, que se preguntaban por ejemplo, hasta donde caerían este lunes la moneda y los mercados, o cómo treparían los precios, el anuncio de un match Milei vs. Massa o viceversa es un bálsamo tranquilizaror. Al discurso antimafia y antiká, la nomenclatura peronista, con su ominoso costado sindical, le había mostrado su navaja: ante cualquier intento de cambio, tronarían escarmientos.
Por lo pronto, Massa ministro y candidato se verá si sostiene su promesa de las vísperas de que no moverá el atrasado dólar oficial, como le reclaman todos los círculos rojos posibles. Pero la devaluación es una perspectiva de pesadilla para una sociedad esclava del descontrol de precios.
JxC podría emborracharse para olvidar, después de haber ganado 10 provincias y perder la Nación. Si entraba al balotaje, hubiera presidido la Argentina por el instinto de la gran tribu antiperonista. El amplio sector de la sociedad que hasta hoy le había otorgado poderes al macrismo-radicalismo deberá revisar esta membresía.
Viva Perón carajo y certificado médico para Alberto y Cristina que no saludaron en el atrio. Lo decíamos tras las PASO, cada vez que se escucha “que se vayan todos” se vienen los peronistas.