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Alonso: Minerales maravillosos; Castañeda Nordmann: Gallinas y gallineros

Dos miradas salteñas sobre esencias y conflictos de la minería

#VOCES08 de julio de 2023 EL TRIBUNO / CLUBminero

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CONO DE ARITA
Arita. La naturaleza tiene sus cosas, los hombres también


El maravilloso mundo de los minerales

RICARDO ALONSO

RICARDO ALONSO*

En la actualidad se conocen en el planeta Tierra unos 5.700 minerales. Cada año se descubren algunos minerales nuevos. Unos pocos minerales, la mayoría silicatos, constituyen más del 95% de todos los minerales conocidos. Entre ellos feldespatos, cuarzo, micas, anfíboles, piroxenos y arcillas. Esos son los minerales comunes y muy abundantes. El resto son escasos, raros y muy raros. Algunos rarísimos, ya que solo se reportaron cantidades ínfimas. Pensemos en armalcolita, un óxido de titanio descubierto en la Luna en 1969 y bautizado en homenaje a los tres astronautas: Armstrong, Adrin y Collins.

Los nuevos minerales son aceptados si reúnen las condiciones que definen a un mineral de acuerdo con la Asociación Mineralógica Internacional (IMA) y su Comisión para los Nuevos Minerales, sus Nombres, Nomenclatura y Clasificación (CNMNC). Entre otras cosas tienen que ser sustancias naturales, con una composición química y propiedades físicas definidas. Muchos minerales que se formaron alrededor del hombre, por las actividades antrópicas, no son aceptados. Así como tampoco los minerales y aleaciones creados artificialmente. Muchos de ellos se conocen como tecnominerales y forman parte del nuevo tiempo terrestre, el Antropoceno.

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Tal como el sarro de las cañerías, las escorias de los hornos de fundición, los aceros especiales o  las arenas termonucleares de Hiroshima que estudió el suizo Mario Wannier. Los minerales, en el mundo moderno, se han clasificado en 10 clases diferentes siguiendo a Ernest Nickel y Hugo Strunz (2001). En primer lugar se encuentran los elementos, esto es elementos químicos de la Tabla Periódica que están en estado libre o elemental. Los metales preciosos oro y plata, el cobre y mercurio, hierro y níquel (mayormente meteoríticos), azufre y carbono (grafito, diamante), son algunos de ellos. También se han encontrado como nativos o elementales algunos semimetales como bismuto, arsénico, antimonio, selenio y telurio. La segunda clase son los sulfuros y sulfosales.

Muchos de los metales industriales como el plomo, zinc, cobre, antimonio, bismuto, plata, molibdeno; metales raros de la electrónica moderna como germanio, indio, cadmio y galio provienen de vetas de sulfuros y sulfosales. El más universal de todos ellos es pirita, también llamada el “oro de los tontos”. Minerales comunes de esta clase son galena, esfalerita, calcopirita, bornita, calcosina, covelina, antimonita, molibdenita, enargita, las platas rojas o rosicleres pirargirita y proustita, los cobres grises tetraedrita y tennantita, entre otras más de 700 especies minerales de ese grupo. El notable mineralogista Ricardo J. Sureda, de la UNSa, se había especializado en ese grupo mineral y era un referente internacional del tema.

En su homenaje se bautizó una especie nueva para la ciencia, suredaíta, un sulfuro de plomo y estaño de la mina Pirquitas (Jujuy). La tercera clase es la de los haluros, o sea aquellos minerales formados por gases (cloro, bromo, yodo, flúor) y metales (sodio, magnesio, calcio, plata, cobre, etcétera).

El más universal es halita o sal gema (cloruro de sodio). También otros cloruros, los potásicos y magnesianos, como silvita, carnalita y bischofita, de cobre (atacamita), de plata (clorargirita), etcétera. Fluorita (fluoruro de calcio) es el más común de los fluoruros. Yodargirita y bromargirita son el yoduro y bromuro de plata respectivamente. La cuarta clase comprende los óxidos e hidróxidos. Son los minerales que se forman por la unión del oxígeno con metales tales como hierro, cobre, manganeso, titanio, wolframio, niobio, tantalio, uranio, entre otros, que dan lugar a minerales como magnetita, hematita, cuprita, pirolusita, rutilo, ilmenita, wolframita, columbita-tantalita (coltán), uraninita, el hidróxido goethita y muchos más. Uno de ellos, el óxido de aluminio corindón, tiene las variedades zafiro (azul) y rubí (rojo).

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La gema crisoberilo es un óxido de berilio. Si se descuenta el óxido de silíceo (cuarzo), que es un silicato, probablemente el óxido más universal de la corteza sea la magnetita, que incluso aparece en Marte. La clase quinta comprende los nitratos y carbonatos. Los nitratos se encuentran en su mayoría restringidos a la costa híper árida de Chile y Perú. Nitrato de potasio (nitro) y nitrato de sodio (nitratina) son las especies mayoritarias. Los carbonatos son muy abundantes y forman montañas enteras de las especies calcita y dolomita, caso de los Alpes Dolomíticos de Italia. Junto a aragonita son los carbonatos más universales.

El anión carbonato se une a metales como cobre, hierro, manganeso, zinc, plomo, etcétera, para formar los minerales malaquita, azurita, siderita, rodocrosita, smithsonita, cerusita y cientos más. La clase sexta corresponde a los boratos. El boro se une especialmente a metales alcalinos (sodio) y alcalinos térreos (calcio, magnesio) para formar especies hidratadas como bórax, ulexita, colemanita, inyoíta, hidroboracita, entre otras. Los boratos se concentran en solo cuatro regiones en el mundo: Tíbet, Anatolia, California y Andes Centrales. La especie más universal de la clase boratos es ulexita.

La clase séptima comprende los sulfatos, acompañada por cromatos, molibdatos y wolframatos.  El anión sulfato se une a muy variados metales para formar centenares de especies. El mineral de distribución universal es el yeso (sulfato hidratado de calcio) o su equivalente anhidro (anhidrita). La unión con cobre, hierro, sodio, magnesio, zinc, forman calcantita, brochantita, antlerita, melanterita, mirabilita, thenardita, epsomita, goslarita, jarosita, entre muchas otras. El cromato de plomo (crocoíta), el molibdato de plomo (powellita) y el wolframato de calcio (scheelita), forman también parte de la clase VII. La clase octava comprende los fosfatos, arseniatos y vanadatos.

El fósforo, arsénico y vanadio se unen al oxígeno y a distintos metales para dar especies como apatita (fosfato de calcio), turquesa (fosfato de cobre), vivianita (fosfato de hierro), etcétera. El níquel y cobalto forman los arseniatos annabergita de color verde manzana, generalmente oxidada sobre el arseniuro de níquel (niquelina), y eritrina de color lila sobre sulfuros de cobalto. Entre los vanadatos, vanadinita es el vanadato de plomo. La clase nueve es la de los silicatos y por lejos la más numerosa. Además de contar con la mayoría de los minerales comunes, entre ellos los llamados petrogenéticos, o sea los formadores de rocas. Pensemos simplemente en el granito formado esencialmente por cuarzo, feldespatos y micas.

El silicio y el aluminio tienen una gran capacidad para intercambiar sus lugares atómicos y muchos silicatos son a su vez alúmino-silicatos. La unidad básica de los silicatos son los tetraedros de silicio y oxígeno y se los clasifica de acuerdo a como ellos se organicen. Si son unidades aisladas, islas, se lo llama nesosilicatos y entre los ejemplos tenemos olivino (silicato de magnesio) y espodumeno (silicato de litio). Si son unidades hermanadas en pares se les llama sorosilicatos y un ejemplo es epidoto (silicato de calcio, hierro, etc.). Si son unidades encadenadas se les llama inosilicatos y pueden ser cadenas simples o cadenas dobles.

Las cadenas simples corresponden a los piroxenos y el más universal es augita (silicato de calcio, sodio, magnesio, hierro, etc.). Las cadenas dobles son los anfíboles y el más universal es hornblenda (silicato de hierro, calcio, etc.). Si las unidades de tetraedros forman anillos dan lugar a los ciclosilicatos y entre los ejemplos se tienen a las turmalinas (borosilicatos complejos con magnesio, manganeso, hierro, sodio, litio, etc.), así como también berilo (silicato de berilio), al cual pertenecen piedras preciosas como aguamarina y esmeralda. Si las unidades de tetraedros forman láminas superpuestas dan lugar a los filosilicatos y entre ellos se destacan las micas (muscovita blanca y biotita negra) y las arcillas.

El talco (silicato de magnesio) que acompaña al hombre desde la cuna es un filosilicato. Si las unidades de tetraedros se organizan en armazones dan lugar a los tectosilicatos. Los feldespatos, el cuarzo, los feldespatoides y las zeolitas forman parte de este extenso grupo de minerales. Muchos de ellos son componentes esenciales de las rocas y otros pueden ser raros y hasta de gran valor económico por sus propiedades de intercambiadores catiónicos naturales como es el caso de las zeolitas. La última clase de la sistemática la constituyen los compuestos orgánicos. Son minerales de carbono, hidrógeno y nitrógeno con metales como calcio, sodio, fósforo, etcétera, relacionados con depósitos de guano, plantas superiores, hidrocarburos, conchillas de moluscos, entre otros.

Es interesante destacar que los elementos químicos forman los minerales, los minerales forman las rocas, las rocas forman las estructuras geológicas y estas dan lugar al esqueleto de la corteza. La química es la piedra basal de la mineralogía y la mineralogía es la piedra basal de la geología. Minerales y rocas son el sostén de la civilización moderna.

*Doctor en Ciencias Geológicas


Evitar destruir la gallina e incluso a todo el gallinero

 
 GONZALO CASTAÑEDA NORDMANN

Las oportunidades no siempre se presentan, pero cuando lo hacen, es importante saber aprovecharlas o tomar medidas para arruinarlas. Argentina no cuenta con una larga tradición minera como otros países, pero se vislumbra una creciente apertura en el noroeste argentino gracias al oro, el litio y, con suerte, el cobre.

El litio se ha convertido en un tema recurrente y las provincias que poseen recursos mineros deben lidiar con un incómodo invitado llamado Estado nacional, un gigante que busca ingresar al negocio del litio y no se deja ignorar.

jujuy incidentes

Cuando una provincia prospera, la Nación se acerca como una abeja a la miel, pero cuando las cosas no van tan bien, la Nación mantiene una distancia segura desde su posición en el sillón de Rivadavia.

El ahora candidato de las PASO, Juan Grabois, sin ningún remordimiento afirma que, en caso de que ocurriera lo imposible (convertirse en presidente), uno de sus primeros decretos sería la nacionalización del litio. Se oye el encomio de algunos ignotos e incautos aplaudidores.

Por otro lado, la secretaria de Asuntos Estratégicos, Mercedes Marcó del Pont, anuncia con entusiasmo que están trabajando en un proyecto de ley para fomentar la generación de soberanía tecnológica y empleos de calidad en la cadena productiva del litio. Afirma que el objetivo de esta iniciativa es cambiar las reglas de juego existentes.

Lo que debemos evitar es destruir la gallina e incluso a todo el gallinero, por aquellos que quieren tener los huevos en la canasta antes de que la gallina los haya puesto. El veneno en esta situación es la inseguridad jurídica, el desajuste macroeconómico y las tensiones políticas nacionales, que advierten que invertir en este país podría ser un riesgo, incluso para los propios argentinos.

Es evidente que nadie está en contra de fabricar baterías de litio en Argentina y, porque no, soñar con la producción de vehículos y otros derivados del litio. Sin embargo, la fabricación de baterías de litio en Argentina presenta desafíos debido a la falta de infraestructura especializada en la cadena de suministro, así como la dependencia de la importación de insumos clave. Si fuera rentable fabricar baterías, alguien ya lo estaría haciendo.

la fabricación de baterías de litio  presenta desafíos debido a la falta de infraestructura especializada en la cadena de suministro.

Sabemos que tener el recurso mineral no es suficiente. Como mencionó Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus: "Existe otra forma de propiedad, particularmente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la tierra, y es la propiedad del conocimiento, la técnica y el saber. En este tipo de propiedad, más que en los recursos naturales, se basa la riqueza de las naciones industrializadas".

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El litio representa solo una pequeña parte del costo total de una batería, entre el 8% y el 12%, mientras que el 90% restante implica tecnología compleja, además de otros insumos y minerales críticos cuya obtención es más difícil que la del litio en sí.

Un ejemplo es el cobalto, del cual el 70% se produce en el Congo. Si queremos tener una casa amueblada, primero debemos construir bases sólidas y levantar las paredes. Si queremos tener fábricas de baterías, primero debemos garantizar la seguridad jurídica necesaria para invertir en nuestra materia prima (litio y otros), y luego allanar el camino para que los capitales inviertan y hacer que la producción de baterías de litio en el norte argentino sea un negocio rentable.

Hablar de baterías (como parte de la cadena de valor) crea expectativas exageradas en la sociedad argentina, alimentando el mito de que "se lo llevan todo", cuando en realidad se sabe que el 80% de la facturación de la minería se queda en el país, según un informe oficial.

Si fuera rentable fabricar baterías, alguna empresa ya lo estaría haciendo, por lo tanto, el clima de inversión debe ser más competitivo que las ventajas que ofrecen los países que actualmente producen baterías. Cada iniciativa debe reflejar esas ventajas de producir baterías, lo cual es difícil de vislumbrar con el actual esquema tributario y panorama macroeconómico.

No es una buena señal que el Gobierno de la nación envíe mensajes políticos constantes sobre el avance nacional en relación con los recursos y la soberanía de las provincias. Este tipo de debates no deberían llevarse a cabo sin la validación previa de los gobiernos provinciales.

Pero retrocedamos un poco, cuando en 1994 se reformó la Constitución y se estableció en el artículo 124 la devolución del dominio originario de los recursos naturales a las provincias, incluyendo los minerales.

Las provincias, de acuerdo con el Pacto de Luján de 1990, son dueñas de los recursos naturales, incluyendo minerales y litio, dentro de su territorio. Sin embargo, la centralización histórica ha limitado su capacidad para ejercer plenamente su propiedad. La regionalización y descentralización propuestas por la Constitución Nacional buscan cambiar esta dinámica, otorgando a las provincias un papel más activo en la toma de decisiones y la gestión de los recursos naturales.

La devolución de los recursos naturales a las provincias fue fundamental para impulsar su desarrollo económico y fomentar la redistribución de la población en el territorio. Esta medida adquiere aún más relevancia en un contexto en el que ya no se puede concebir el país simplemente como un lugar para poblar, sino como una oportunidad para redistribuir a la población de manera más equitativa.

El litio y otros minerales, además de representar una fuente de riqueza, pueden ser la base de polos de progreso y desarrollo en las provincias, evitando así el éxodo de nuestra región de la Puna, de Salta, de la sangre joven y vital que huye hacia el conurbano bonaerense en busca de oportunidades. Es imperativo aprovechar estos recursos de manera sostenible y equitativa, evitando que la pobreza y el desplazamiento continúen afectando a tantas personas en su viaje hacia los centros urbanos. Incluso al hablar de fábricas de baterías, debemos considerar que estas deberían ubicarse en las provincias productoras.

La autonomía de las provincias en relación con los recursos naturales es una oportunidad para promover el desarrollo local y el bienestar de sus habitantes, al tiempo que contribuye al crecimiento y la estabilidad económica del país en su conjunto.

Existen consideraciones políticas relacionadas con la necesidad de reevaluar las reglas de juego en las competencias entre el gobierno central y las provincias, ya que este es un aspecto fundamental. En esencia, es necesario modificar las dinámicas de poder entre las provincias y el gobierno central; cambiar la forma y el lugar donde las provincias discuten y negocian con el gobierno central; y hacer que el gobierno central comprenda la importancia de descentralizar el poder hacia las provincias, evitando interferencias centralistas, la creación de organismos nacionales reguladores de recursos provinciales, la creación de tributos nacionales aplicados a recursos provinciales y la aplicación de prohibiciones legales nacionales sobre recursos provinciales.

Si estamos trabajando en un proyecto de promoción de la industria minera, debe ser un proyecto real de promoción, no de regulaciones, prohibiciones e imposiciones tributarias. Y al pensar en fomento, recordemos el primer Decreto Minero del gobernador de Salta, Álvarez de Arenales.

En el respeto de las instituciones y las soberanías provinciales se escribe la epopeya de una patria unida y próspera.

* Diplomado en Derecho Minero, Regulación y Gestión Minera, y temas ambientales.

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