











JOSÉ DE CASTRO*
La historia parece repetirse, aunque con nuevos protagonistas. Así como la “Operation Warp Speed” de 2020 impulsó el desarrollo acelerado de vacunas frente al COVID-19, Estados Unidos ha lanzado ahora una carrera similar, pero esta vez por los minerales críticos. En un mundo que gira hacia la electrificación y la inteligencia artificial, el litio, el cobre, el níquel y el grafito se han vuelto tan estratégicos como el petróleo en el siglo XX.
La diferencia es que esta vez la disputa se libra por quién controlará la cadena de suministro del futuro. Nota: el término warp proviene de la ciencia ficción y alude a la capacidad de “curvar el espacio-tiempo” para viajar a una velocidad superior a la de la luz. En lenguaje común, se usa como sinónimo de aceleración extraordinaria o avance sin precedentes. Así, “a velocidad warp” significa avanzar con urgencia y coordinación total entre Estado, ciencia e industria.
Una “Manhattan de los Minerales”
El analista Howard Klein, en su informe Critical Minerals at Warp Speed (2025), describe la conformación de un auténtico “Minerals Manhattan Project”, una alianza entre Washington y Wall Street para reconstruir la seguridad mineral occidental. JP Morgan Chase anunció un programa de US$ 1,5 billones destinado a fortalecer la resiliencia energética e industrial de Estados Unidos. Paralelamente, fondos soberanos de Abu Dhabi, la Corporación Financiera Internacional y el fondo Appian Capital impulsan acuerdos bilaterales con países productores como Australia, Japón y, potencialmente, Argentina.
Se trata de una estrategia explícita: recuperar en tres años lo que China construyó en tres décadas. La política industrial vuelve al centro de la escena con incentivos fiscales, permisos rápidos y financiamiento directo a proyectos de minería y procesamiento fuera de China.
La transición energética ya no es solo una cuestión ambiental o tecnológica: es geopolítica pura. China, que controla más del 80 % del procesamiento global de litio, grafito y tierras raras, enfrenta ahora el intento estadounidense de construir un bloque alternativo. Klein habla de un “New Bi-Polar World Order”, donde las potencias negocian cooperación selectiva y rivalidad estratégica: una paz a través de la fuerza entre Washington y Pekín.
"El mundo se mueve a velocidad warp,
pero la pregunta clave es hacia dónde."
En este contexto, América Latina —y especialmente el Triángulo del Litio, integrado por Argentina, Bolivia y Chile— aparece como una pieza central. “Beijing overplayed its hand”, dice Klein: China habría sobre-extendido su influencia, y ahora Estados Unidos busca replicar, en clave occidental, su propio modelo de integración energética y minera.
Del recurso al conocimiento
La revalorización de los salares argentinos no es casual. El informe menciona directamente una revaloración en marcha de los proyectos de litio en Argentina, con ejemplos como ArLi S.A. y su prefactibilidad en Arizaro o Noa Lithium Brines y su PEA en el Salar de Río Grande.
Con costos operativos en el primer cuartil global POTENCIAL y una estrategia de expansión modular, estos proyectos muestran que la simplicidad tecnológica y la disciplina económica son hoy más atractivas que las promesas de procesos experimentales o de alto consumo energético.
Este enfoque pragmático coincide con la tendencia que desde Salta venimos promoviendo: integrar minería, ciencia y desarrollo territorial. El Centro de Validación Tecnológica de Arizaro, impulsado por Minería Positiva y aliados institucionales, busca precisamente articular ese salto: convertir la puna en un laboratorio natural para validar tecnologías de proceso, energías limpias, sensores remotos y sistemas de monitoreo IA. Es el paso lógico de una provincia que puede liderar no solo en extracción, sino en innovación aplicada al recurso.
La disputa global por los minerales críticos no debe entenderse como un simple juego de precios o ventajas comparativas. Es, sobre todo, una competencia tecnológica. Los países que solo exporten concentrados o carbonatos seguirán atados a los ciclos de volatilidad y dependencia. En cambio, quienes desarrollen capacidades de procesamiento, almacenamiento y uso inteligente de esos materiales dominarán el nuevo ecosistema industrial.
Argentina —y particularmente el NOA— puede convertirse en el polo de conocimiento de la transición energética latinoamericana, combinando universidades, centros tecnológicos, infraestructura de datos y una base minera de clase mundial. Pero para ello necesitamos políticas de largo plazo que integren inversión extranjera con desarrollo local, investigación y formación de capital humano.
Velocidad sí, aunque con dirección
El mundo se mueve a velocidad warp, pero la pregunta clave es hacia dónde. Los anuncios de inversión y las alianzas estratégicas pueden ser una oportunidad histórica o una nueva forma de dependencia. La respuesta dependerá de nuestra capacidad de convertir el litio en conocimiento y el conocimiento en valor.
Salta tiene en sus manos un recurso único: un salar que puede ser también un aula, un laboratorio y un centro de innovación. En un escenario global de aceleración y tensiones, ese puede ser nuestro diferencial: transformar la velocidad en visión.
*Senior Engineer Executive in Mining Strategic & Marketing Management Consultant
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