ENERGÍA CLUBminero 19 de noviembre de 2023

Hidrógeno y GNL, protagonistas de la transición energética hacia la descarbonización de la economía

El calentamiento global obliga a repensar la manera en que el mundo genera energía (AFP)

Hidrógeno y GNL, protagonistas de la transición energética hacia la descarbonización de la economía.

Por CRISTINA DI BENEDETTO

Ambos recursos tienen un enorme potencial para convertirse en claves en la estrategia nacional de adaptación y mitigación del cambio climático. Con un marco legislativo adecuado y reglas claras para las inversiones, Argentina podría ocupar un lugar destacado en estos dos mercados altamente competitivos

La descarbonización es un proceso que tiene por fin reducir progresivamente las emisiones de carbono o gases de efecto invernadero, que aumentan la temperatura del planeta y modifican su clima. Ese es el mandato del Acuerdo de París, suscripto el 12 de diciembre de 2015 por 196 países, entre ellos la Argentina. La meta acordada es “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales”. Nuestro país ratificó el Acuerdo de París, al aprobar el Congreso la Ley 27270, en vigencia desde noviembre de 2016. Más cerca en el tiempo, en 2021, tuvo lugar en Glasgow la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, donde el compromiso fue un 26 % menor al objetivo acordado en 2015.

Para cumplir con esas metas, a través de la Ley 27520, Argentina creó el Gabinete Nacional de Cambio Climático, integrado por las máximas autoridades de distintas áreas de gobierno y ministerios nacionales, que tiene el mandato de elaborar e implementar un Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático. Lo asiste un Consejo Asesor, conformado por distintos profesionales, que tuvo su primera reunión en mayo de este año.

Hidrógeno: un arcoíris de posibilidades
El hidrógeno es el elemento químico más abundante del planeta. Ahora bien, al no estar presente en la naturaleza en estado puro, son necesarios distintos procesos para su obtención, que se clasifican por color según el nivel de emisión de gases de efecto invernadero derivado de su producción.

Actualmente, es posible obtener hidrógeno “negro”, “gris” y “verde”. El hidrógeno “negro” es producido a partir del carbón, a través de la gasificación; el “gris”, a partir de combustibles fósiles como el gas natural y el crudo, a través de procesos de reformado de metano con vapor y autotérmico del gas natural, u oxidación parcial de crudo; y el “verde”, a partir de las electrólisis del agua con electricidad proveniente de energías renovables. Este último no emite gases de efecto invernadero en ningún eslabón de la cadena productiva, pero hoy es de producción costosa y por ello representa un 1 % de la producción mundial, a diferencia del gris, que alcanza un 70 %.

A diferencia de los anteriores, el hidrógeno “azul” aún no se encuentra muy desarrollado. Se produce a partir del gas natural, el crudo y el carbón, a través de los procesos de gasificación, de reformado de metano con vapor y autotérmico del gas natural, o a través de la oxidación parcial de crudo. Lo trascendental entre el hidrógeno “azul” y el “negro/marrón” es que el primero permite la captura de las emisiones de dióxido de carbono –entre 80 % y 90 %– en su proceso.

La revolución del hidrógeno y otro innovador invento

Por su parte, el hidrógeno “turquesa”, “marrón”, “amarillo” y “rosa” (también llamado “rojo, púrpura o violeta”) se encuentra todavía en etapa de investigación. El “turquesa” es producido a partir de la pirólisis del gas natural, esto es, un proceso termoquímico que descompone el gas natural y transforma el dióxido de carbono en carbono sólido. Mientras tanto, el hidrógeno “marrón” se obtiene a partir del lignito –una especie de carbón–; en tanto que el “amarillo” y el “rosa/violeta” son producidos a partir de la electrólisis del agua, utilizando, respectivamente, energías solar y nuclear. El hidrógeno “rosa/violeta” pueda dejar residuos radiactivos. Su gran ventaja es que la energía nuclear proporciona un flujo de energía casi constante, a diferencia de los electrolizadores que usan fuentes como la solar o eólica, que varían con el clima. Finalmente, encontramos el hidrógeno “dorado”, que se obtiene a partir de la biomasa –residuos orgánicos–, a través de la combustión, y que genera emisiones negativas de gases de efecto invernadero, ya que limpia la atmósfera.

Si ordenáramos los diferentes tipos de hidrógeno de mayor a menor según el nivel de contaminación, el resultado sería el siguiente: el más contaminante sería el “negro/marrón” y le seguirían, en orden decreciente, el “gris”, el “azul”, el “turquesa”, el “amarillo”, el “rosa/violeta/rojo”, y el “dorado” y el “verde”.

Lo que se busca con la producción y utilización del hidrógeno como combustible es transformar la industria, y en particular, el transporte. Japón, Corea, China, EE. UU. y distintos países europeos prevén que de aquí a 2030 se logrará alimentar a hidrógeno cerca de 2,7 millones de autos particulares y 40.000 comerciales. Esa flota consumiría unas 710.000 toneladas de hidrógeno por año. Se calcula que un 40 % del hidrógeno podría llegar a ser producido por esos mismos países, mientras que el 60 % restante daría una muy buena oportunidad a aquellos países que estén en condiciones de exportarlo. Entre ellos, podría ubicarse Argentina, que cuenta con agua en abundancia para la producción de hidrógeno “verde”. El 48 % de nuestro territorio está formado por agua; no es casual que la ONU defina a la Argentina como “una potencia mundial en cuanto a sus recursos hídricos”.

El GNL, un mercado apetitoso con pocos oferentes
El otro gran protagonista de la transición energética es el gas natural licuado (GNL), el combustible fósil más limpio que existe actualmente. Es gas natural convertido al estado líquido por un proceso de enfriamiento que disminuye su volumen 600 veces. Ello mejora su almacenamiento y traslado, por barco, a mercados lejanos.

Países como Australia, EE. UU. y Qatar compiten hoy por ocupar el primer puesto como exportadores de GNL. Esos actores del mercado y otros tantos –entre ellos, Tanzania, Rusia, Mozambique, Indonesia y Canadá– están ampliando su capacidad de producción, con nuevas terminales y plantas, dada su ascendente aplicación en la industria y el transporte. Se trata de un mercado con pocos oferentes, debido a la magnitud extraordinaria de inversiones necesarias para construir instalaciones de licuefacción y logística de transporte especial en buques refrigerados.

Nuestro país cuenta con los recursos de gas para producir GNL. Vaca Muerta es el segundo yacimiento de hidrocarburos no convencionales con más recursos de gas en todo el mundo. Contamos con recursos por 23 billones de metros cúbicos de shale gas, además de 27.000 millones de barriles de shale oil. Solo China posee mayores recursos de este tipo de gas; y Rusia y China, de petróleo no convencional. Empresas como TGN y Excelerate explicaron recientemente que el GNL y el gas natural pueden convivir sin pisarse, porque el mercado es grande.

Reglas claras para atraer inversiones
Las inversiones en hidrógeno y GNL permitirían concretar los compromisos asumidos en el marco del Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático, y, en definitiva, contribuir con la descarbonización. Ahora bien, esas inversiones exigen mucho tiempo y dinero, dos elementos que necesitan un marco jurídico adecuado. Máxime, cuando hoy hay una acalorada competencia mundial vinculada a la producción y exportación de hidrógeno y GNL. En esa disputa, Argentina no flaquea por falta de recursos, sino por la ausencia de un marco normativo.

En el Congreso Nacional, hay ingresados dos proyectos de ley vinculados al hidrógeno renovable y al GNL. Ambos están plagados de buenas intenciones. Pero lo que Argentina necesita es terminar con las buenas intenciones y fijar normas para poner en valor sus recursos.

Tanto el proyecto de ley de hidrógeno renovable como el de GNL prevén beneficios fiscales, respectivamente por 20 y 10 años, contados desde la vigencia de la ley. Ese plazo debería ir de la mano de la fecha de aprobación del proyecto aprobado y su inicio de ejecución, y así acompañar el payback de las inversiones. De lo contrario, el período de beneficios quedaría reducido. Lo mismo sucede con la estabilidad fiscal. El plazo, que es de 20 años en el proyecto de ley de hidrógeno y de 10 años en el de GNL, comienza a correr, en el primer caso, a partir de la fecha de inscripción en el Registro Nacional de Proyectos de Hidrógeno, y en el segundo, desde la entrada en vigencia de la ley. Para lograr el atractivo necesario, ese plazo debería computarse a partir de la aprobación del proyecto y del inicio de su ejecución.

"Tanto el proyecto de ley de hidrógeno renovable como el de GNL prevén beneficios fiscales, respectivamente por 20 y 10 años, contados desde la vigencia de la ley", comenta la especialista (Archivo DEF)

Los dos proyectos prevén, entre otras cuestiones, la amortización acelerada en el impuesto a las ganancias; la devolución anticipada del IVA; exenciones a las importaciones en los insumos, bienes y equipos usados en la ejecución de actividades; y la compensación de quebrantos con ganancias por 10 años, cuando normalmente ese período es de cinco años. Además, se contempla el otorgamiento de un certificado fiscal equivalente al 20 % del componente nacional de las instalaciones electromecánicas, excluida la obra civil, para aquellos proyectos que acrediten 60 % de componente nacional o, al menos, un 30 % en caso de inexistencia de producción nacional de los componentes en cuestión. En el caso particular del proyecto de ley de GNL, se exime del impuesto cedular a los dividendos que sean reinvertidos en nuevos proyectos de infraestructura en el país. El proyecto de hidrógeno fija, por su parte, una alícuota del 15 % para el impuesto a las ganancias, aplicable a los beneficiarios del régimen, “en la medida que mantengan su nómina de personal y demás condiciones que establezca la reglamentación”.

Para que Argentina se torne una plaza apetecible para los inversores, se necesitan reglas más claras en materia cambiaria, así como en lo relativo a las divisas, los dividendos y las utilidades, y se debería brindar a los inversores la posibilidad de acceder a mecanismos de arbitraje internacional. Esperemos que, con las modificaciones necesarias, estas iniciativas se conviertan en ley en un futuro próximo y que, de ese modo, Argentina no solo haga honor a los compromisos asumidos de cara a la descarbonización, sino que ingrese al mercado internacional del hidrógeno y GNL para convertirse en un productor a gran escala, a partir de la puesta en valor de sus recursos.

El hidrógeno y la descarbonización de la economía, una oportunidad histórica que no debemos desaprovechar

Por FABIÁN RUOCCO

El hidrógeno está llamado a convertirse en una de las fuentes de energía clave para cumplir con los compromisos globales en la lucha contra el cambio climático. Argentina tiene todas las condiciones para competir en este mercado, pero necesita adecuar su marco legislativo para atraer a los inversores


+ En la última década, la problemática del cambio climático ha ocupado un lugar central en las discusiones de países, organizaciones y empresas. De la mano de la preocupación por el calentamiento global, ha ido creciendo la concientización de la necesidad apremiante de tomar medidas que favorezcan la preservación del medioambiente.

+ En nuestro campo de acción, la tecnología, la sustentabilidad y el conservacionismo van de la mano. Con foco en ello, trabajamos para apoyar y desarrollar proyectos que interpelen nuestra cultura depredadora de los recursos naturales, así como el modo en que vivimos, nos alimentamos y encaramos la vida cotidiana. Entre otros tantos planes de acción, recientemente, hemos incursionado en el conocimiento y estudio del hidrógeno como herramienta para la transición energética y la decarbonización de la economía.

+ El calentamiento global nos obliga a repensar la manera en generamos energía. La transición energética implica cambiar los sistemas actuales por otros de baja o nula emisión de carbono, basados en energías renovables. Muchos países están haciendo un esfuerzo por descarbonizar su matriz energética y este movimiento crea nuevas oportunidades. Una de ellas es el surgimiento de un “mercado del hidrógeno”, en el que Argentina tiene un papel por jugar dado su gran potencial para aprovechar este nuevo vector energético.

Argentina, un mercado muy atractivo

En un horizonte cercano, de aquí a 15 o 20 años, el “hidrógeno azul” nos ofrecerá una oportunidad que no podemos desaprovechar. Nos referimos a aquel hidrógeno que se obtiene a partir de combustibles fósiles, pero sin que exista liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.

"El mundo se prepara para iniciar una fase alta de demanda de hidrógeno y la Argentina tiene lo necesario para convertirse en proveedor a gran escala", asegura el autor de la nota (Archivo DEF)
Apuntar a convertirnos en un actor importante en este mercado sería, para la Argentina, una apuesta estratégica, ya que nuestro país es un gran productor de gas natural. Contando con ese insumo, es fundamental desarrollar tecnología propia y contribuir a la generación de nuevos puestos de trabajo.

En nuestro territorio, existen las condiciones necesarias para posicionarnos como una referencia global de este mercado: grandes extensiones con vientos, radiación solar, aguas abundantes y una matriz energética capaz de avanzar en la transición hacia las energías renovables.

El mundo se prepara para iniciar una fase de alta demanda de hidrógeno y la Argentina, junto a América Latina, tienen lo necesario para convertirse en proveedores a gran escala. Sin embargo, ese lugar privilegiado que podemos ocupar en la cadena de suministro puede verse seriamente comprometido si no nos ocupamos de lo urgente.

Aunque disponemos de la Ley 26123 de Promoción de Hidrógeno, aprobada en 2006 por el Congreso, esta aún no ha sido reglamentada. Entre otros aspectos, la norma establecía la creación del Fondo Nacional de Fomento del Hidrógeno, que sería financiado por el Estado y con aportes de terceros. A su vez, los proyectos que se iniciaran en el marco de esta normativa contarían con beneficios fiscales referidos al pago del IVA y el impuesto a las ganancias para la adquisición de bienes de capital o para la realización de obras vinculadas a su desarrollo. Finalmente, el hidrógeno producido para ser utilizado como combustible vehicular no sería alcanzado por los gravámenes que rigen sobre los combustibles líquidos, el gas natural, el gasoil y la infraestructura hídrica. Cuando no están reglamentadas, las leyes terminan por quedar en letra muerta. La falta de reglamentación constituye, además, una violación a los principios contenidos en la Constitución Nacional y en las constituciones provinciales, con el agravante de que esta omisión implica el bloqueo de la voluntad legislativa expresada al sancionar dichas normas.

Lo urgente coincide con lo importante

Hoy, en el caso del hidrógeno, nuestro país está ante una posibilidad histórica de ser actor protagónico de un mercado emergente, positivo para el medioambiente, que genere posibilidades y empleos, y que promueva todo el potencial de nuestros recursos humanos.

Ley Hidrógeno: Los estímulos y burocracias para otra "Argentina Potencia"

+ ¿Vamos a desperdiciar la chance que se nos presenta? Es imperativo darle al sector un marco legal y normativo que regule su implementación, que proponga las condiciones para aprovechar este vector energético y su uso en la movilidad sustentable. Tenemos, en definitiva, que establecer los incentivos para que este mercado despegue y adoptar una estrategia general para acompañar el desarrollo de este nuevo paradigma energético. Lo importante es no demorar más lo urgente.