Ricardo Alonso: Los Andes y los cuatro elementos
CÓMO SE FORMO EL GIGANTE, SEGUN DIVERSOS AUTORES
Ricardo N. Alonso*
Los Andes Centrales de América del Sur son una combinación perfecta de los cuatro elementos de los antiguos griegos, esto es el fuego, el agua, el aire y la tierra. Aquellos presocráticos o físicos egeos buscaban en ellos la explicación del todo natural. Sus ideas permearon el pensamiento occidental por más de 2000 años.
Todavía en el siglo XVIII, el alemán Abraham G. Werner de la Academia de Minas de Freiberg, seguía las ideas de Tales de Mileto y pensaba que todas las rocas tenían un origen en el agua. Por el dios Neptuno al pensamiento werneriano se lo llamó neptunismo. Uno de sus brillantes alumnos, Alexander von Humboldt, que originalmente adhería a las ideas de su maestro, cambiaría radicalmente de opinión luego de visitar los Andes del norte de Sudamérica.
La contracorriente de pensamiento de Werner fue el plutonismo de James Hutton, quien de alguna manera se remontaba a Heráclito que pensaba en el fuego como el elemento primordial. Recordemos además que para Jenófanes era la tierra y para Anaxímenes el aire. Cuando se estudia la génesis del edificio andino se descubre la interrelación íntima de los cuatro elementos. Por un lado están los endógenos o internos que son el fuego y la tierra y por otro los exógenos o externos que son el agua y el aire. El fuego está relacionado con el magma y este con el volcanismo y la construcción del enorme arco volcánico que contiene a los volcanes más altos del mundo. Volcanes que superan el millar, llegan a rozar los 7 km de altura sobre el nivel del mar y los hay de todos los tipos, formas y composiciones petrológicas.
La mayoría son estratovolcanes, o sea edificios construidos por apilamientos estratificados de lavas y cenizas. Algunos emblemáticos como el Llullaillaco, el Socompa, el Quevar o el Ojos del Salado, cuyas cumbres fueron alcanzadas por los incas que dejaron sus testimonios en santuarios de altura. Muchas de ellas profanadas en tiempos históricos por los huaqueros o saqueadores de tumbas.
Por suerte las del Lullaillaco estaban intactas y fueron descubiertas y rescatadas por el equipo del Dr. Johan Reinhard y la Dra. Constanza Ceruti y hoy forman parte del patrimonio cultural de Salta expuesto en el moderno museo del MAAM. Donde cuentan con la amena guía explicativa de la experta quechuista Katia Gibaja. Decíamos entonces que el fuego está en el origen de los Andes Centrales.
Todo ello en función de la inclinación de la placa de Nazca que se hunde y subduce por debajo de la placa suramericana con 30 grados de inclinación al este. La que al alcanzar la isoterma de los 1.200 grados de temperatura se funde y esas enormes burbujas de magma ascienden a la superficie y explotan para dar lugar a los volcanes encadenados. Volcanes que sirven de línea divisoria internacional entre Argentina, Chile y Bolivia. Muchos de ellos no soportaron su propio peso y se hundieron dando lugar a gigantescas calderas como la de La Pacana en Paso de Jama o la de Galán en la Puna de Catamarca.
De allí salieron expulsadas cenizas ardientes que se distribuyeron ampliamente para formar las rocas ignimbríticas, esas mesetas volcánicas que cubren grandes extensiones y constituyen la mayor provincia ignimbrítica del planeta. Y que han dado lugar a geositios turísticos como el surrealístico “Paisaje de Dalí”, en la bajada desde Jama hacia San Pedro de Atacama, o “La Juguetería” del Tuzgle, entre muchos otros paisajes singulares. Precisamente el Tuzgle en Jujuy, cuenta con una colada de lava basáltica joven, la “Corbata del Tuzgle” de edad postglaciaria, que no está afectada por las últimas glaciaciones.
Esa colada debió ser vista por los antiguos pobladores de la Puna. También son basálticos algunos volcanes perfectos como Los Gemelos de La Poma, Los Gemelos de Antofagasta de la Sierra, el Negro de Chorrillos y el San Gerónimo, estos últimos próximos a San Antonio de los Cobres. Fuego primigenio convertido en roca. Esos magmas de variadas composiciones, desde más ácidos a más básicos, contaminados en su largo viaje hasta la superficie desde sus profundas cámaras magmáticas son los responsables de los fluidos que han formado ricas vetas minerales de metales preciosos y pórfidos de cobre diseminado.
Son también los responsables de haber movido billones de toneladas de gases y líquidos que se han vaciado en las cuencas cerradas de la Puna para formar los salares con toda su carga de elementos químicos. Entre ellos el litio que hoy llama la atención del mundo por su uso en la electromovilidad y baterías de celulares, computadoras y otros dispositivos electrónicos. El calentamiento de la corteza debilitó y ablandó las rocas que comenzaron a correrse hacia el oriente. Se formó entonces la cordillera frontal de la Puna, en su margen oriental, que cerró la región y conformó una depresión en altura que es el Altiplano-Puna.
Esta meseta quebrada y elevada, limitada a occidente por el arco volcánico y a oriente por la Cordillera Oriental, ambos con alturas que alcanzan y superan los 6 km sobre el nivel del mar, se convirtió en una región cerrada y árida, de drenaje endorreico, con una extraordinaria diversidad de salares. Esas cuencas continentales recibieron las aguas volcánicas calientes y el clima seco las evaporó para dar lugar a un gran número de sales y de salmueras. A medida que la Puna se elevaba en la vertical, el edificio andino comenzaba a desplazarse en forma horizontal.
Los vientos húmedos del Atlántico empezaban a frenarse en el borde de la recién creada cordillera frontal de la Puna, integrada entre otros cordones montañosos por los Nevados de Cachi-Palermo-Acay en Salta o la Sierra Alta de Jujuy. El borde de la selva, hoy desplazada hacia el este, llegaba al borde mismo de la Puna y regiones como el Valle Calchaquí eran selva subtropical con una fauna de cocodrilos y tortugas y una flora rica en grandes árboles, lianas, helechos, totoras y colas de caballo que crecían en extensos pantanos. La elevación de los Andes se compensaba por un equilibrio isostático con el hundimiento de la llanura.
Tal cual ocurre hoy donde la Puna se eleva, los valles orientales se empujan unos con otros y la llanura se hunde en el Gran Chaco Sudamericano. La naturaleza busca así su propio equilibrio. Un equilibrio orogénico que está atado al fuego volcánico y al tectonismo endógenos y al trabajo de los elementos aire y agua de los agentes exógenos.
La construcción andina endógena es degradada por los elementos atmosféricos. Las montañas crecen y se desplazan hacia el este, mientras los ríos las cortan y erosionan, y acomodan sus cauces a los obstáculos que estas generan. Cada tanto un río captura a otro y se generan grandes cambios en la hidrología regional. Ríos que corrían desde el oeste hacia el este en la gran llanura que se extendía desde el borde de la Puna hacia el Chaco, terminaron corriendo de norte a sur o de sur a norte, encajonados en los valles profundos Calchaquí, Toro, Escoipe y Humahuaca, para señalar los ejemplos mayores de nuestra fisiografía.
La formación sucesiva de cadenas montañosas hacia oriente, fue generando fosas tectónicas con altura decreciente de occidente a oriente y así tenemos un Valle Calchaquí que es más alto que el Valle de Lerma y este a su vez es más alto que el Valle de Siancas y este lo es sobre la llanura que se extiende al oriente.
A la manera de grandes escalones tectónicos que van subiendo, a una misma latitud, desde los 400 m en la llanura chaqueña, a 700 m (Siancas), 1.200 m (Lerma), 3.000 m (Calchaquí) hasta alcanzar los 4.000 m en la Puna. Fenómeno orogénico interno que va acompañado por el fenómeno climático externo. Y de allí entonces la fenomenología orogénica en donde las montañas controlan al clima y el clima controla a las montañas.
La síntesis perfecta de los cuatro elementos griegos. Tectónica y clima se acompañan mutuamente y así se generan constructos agroecológicos donde destacan los viñedos del Valle Calchaquí, el tabaco del Valle de Lerma, la caña de azúcar del Valle de Siancas o la soja de la llanura chaqueña. Cada valle o fosa tectónica queda así definido por sus características intrínsecas de rocas, suelos, paisaje, flora y fauna.
Los estudios de las últimas décadas, realizados sobre los Andes Centrales por colectivos científicos de muchas naciones, han demostrado la interrelación entre la tectónica y el clima, la relación del manto y la corteza, el volcanismo, el acortamiento cortical de cientos de kilómetros, el engrosamiento cortical, la génesis de los depósitos minerales, las acumulaciones de los hidrocarburos, la formación de los grandes acuíferos, entre una multiplicidad de cuestiones.
La elevación de los Andes modificó el clima en una relación de causa-efecto, pero a su vez el clima actuó fuertemente en la construcción de los Andes que han sido tensionados tanto por la extrema aridez occidental como por la extrema humedad oriental. Y a pesar de lo mucho que se sabe, todavía son muchos los interrogantes que subsisten y que siguen atrayendo la atención sobre una de las cadenas montañosas más importantes del planeta.
Estos y otros conceptos fueron desarrollados por el autor en el reciente Congreso Internacional sobre Turismo de Bajo Impacto (Contubai), en la ciudad de Salta, la primera semana de agosto de 2023.
*Doctor en Ciencias Geológicas