Escribe Alonso: A las puertas de la gran minería, con realidades y sin mitos
RICARDO ALONSO
No todo lo que brilla es oro ía veces es pirita!
Se escucha hablar de la gran potencialidad minera que tiene Argentina y es cierto. Pero no tenemos todos los minerales que necesitamos ni necesitamos todos los minerales que tenemos. Tenemos minerales para los cuales no tenemos industrias y tenemos industrias para las cuales carecemos de minerales. Producimos aluminio en Puerto Madryn, pero el mineral bauxita, un barro fósil, lo traemos en barcos desde Brasil.
Tenemos industria siderúrgica pero nuestro hierro es de baja ley y de mala calidad, nada que ver con los grandes yacimientos de Brasil, Venezuela y Bolivia. En esos países se encuentra hierro del período Sidérico en el Proterozoico cuando se precipitaron en los mares del mundo grandes depósitos llamados BIF (formaciones de hierro bandeado).
La siderurgia argentina nació en 1700 de la mano del padre Antonio Sepp en las misiones jesuíticas del Paraguay. Hasta entonces el hierro venía de España. El padre Sepp inventó unos grandes fuelles para insuflar aire en hornos donde quemó las tierras coloradas de Misiones llamadas lateritas, especialmente los niveles de tacurú o itacurú que en guaraní significa piedra manchada. Esas tierras ricas en el óxido de hierro (hematita) dieron origen a los primeros hierros fundidos del territorio argentino.
No hemos encontrado un solo diamante en nuestro territorio, pero sí se encontraron en Brasil, Venezuela y Paraguay. Incluso los científicos paraguayos piensan que algunos de esos diamantes pueden estar en las arenas del Paraná donde nadie los buscó todavía. Es la idea del geólogo Jaime Presser, el mayor experto en diamantes del Paraguay y uno de los científicos más reconocidos en el tema a nivel mundial.
Tampoco tenemos carbón, y nuestro único yacimiento es Río Turbio con un carbón de baja calidad, pero que al menos suple algunas necesidades básicas de nuestras industrias. Muy lejos de los grandes yacimientos del período carbonífero que se encuentran en otras latitudes del planeta y que no sólo aportan a las plantas térmicas sino que además alimentan las industrias del acero.
Dimensión de nuestro litio
Somos parte del llamado "Triángulo del litio" de los Andes Centrales de los cuales forma parte la Puna Argentina. En realidad es un rectángulo si se incorpora al Perú, ya que ellos cuentan con la Puna peruana con las mismas características geológicas. Nuestros recursos de litio pertenecen al ambiente exógeno, esto es salmueras con litio y otros metales alcalinos y alcalinos térreos en cuencas cerradas, con drenaje interno centrípeto, llamadas salares.
El gran productor mundial de litio es Australia que lo saca de rocas con espodumeno, un silicato de litio en filones de pegmatitas asociadas a granitos. Australia tiene la ventaja de estar rodeada por océanos, con puertos de aguas profundas que miran al frente del sudeste asiático donde están los grandes fabricantes de baterías y automóviles eléctricos. Se habla de que Argentina debe industrializar el litio y eso es precisamente lo que se está haciendo.
Grandes plantas industriales, químico-metalúrgicas, se están instalando en la Puna para procesar las salmueras de litio diluidas en partes por millón y llevarlas a una sal de litio de gran valor agregado como es el carbonato de litio grado batería o bien otras sales como el cloruro de litio, hidróxido de litio, fosfato de litio, etcétera.
Se habla también de que Argentina debe fabricar baterías por tener el litio, pero nos olvidamos de que las baterías llevan además cobalto, grafito y níquel de los cuales no tenemos ningún yacimiento. A eso hay que sumarle el cobre del cual tenemos grandes depósitos que se mantienen inexplotados o los plásticos especiales y la tecnología. Y esto vale también para Bolivia y Chile.
Potencial del cobre
Y hablando de cobre, salvo el yacimiento de Bajo de la Alumbrera, no hemos logrado desarrollar esos grandes pórfidos con que cuenta el país. A diferencia de Chile, que es una potencia mundial en el tema, con varios yacimientos en producción. Compartimos con Chile la misma provincia metalogénica que incluye a esos pórfidos de cobre, algunos con oro y molibdeno.
Solamente de la mina La Escondida, en el norte chileno y no lejos de la frontera argentina, se produce un millón de toneladas de cobre fino electrolítico metálico al año lo que significa una facturación global de alrededor de ocho mil millones de dólares. Y este yacimiento se explota desde la década de 1990. Uno de sus descubridores fue el geólogo chileno Nivaldo Rojas, que también estuvo en el origen del descubrimiento de Taca Taca, el gran pórfido de cobre- oro -molibdeno de la Puna salteña.
Nivaldo vivió varios años en Salta y luego se radicó en Mendoza donde falleció. Dejó para la posteridad su participación en el hallazgo de varios grandes yacimientos argentinos además de la organización de la feria "Argentina Mining" que hoy continúan sus descendientes.
Y volviendo al cobre, alguna vez llamado el "pan de la industria", es un metal que va a cumplir un rol clave en la nueva electromovilidad. Y Argentina cuenta con grandes depósitos de cobre diseminado como los de Taca Taca en Salta, Agua Rica en Catamarca, Pachón y Los Azules en San Juan, San Jorge en Mendoza, entre otros, los que en total suman 65 millones de toneladas de cobre metálico en recursos.
El increíble olvido del uranio
Esta es la puerta argentina hacia la gran minería y la posibilidad de incorporar divisas genuinas al país. En general, el Grupo Sarmiento de San Juan y el ingeniero Mario Capello en particular, han desarrollado importantes estudios e investigaciones en torno a este tema. Desde 1950 en que se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la República Argentina pertenece al selecto grupo de los países con energía nuclear.
Durante 30 años, hasta la década de 1980, se prospectó en el país y se descubrieron 5.000 manifestaciones nucleares en distintos tipos de rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas. De ellas se puso en marcha la mina Don Otto en Salta y luego Sierra Pintada en Mendoza. Cerro Solo en Chubut nunca se explotó. A pesar de la calidad y cantidad de uranio en los yacimientos argentinos, hoy no se explota nada y todo el mineral para combustible nuclear de las centrales atómicas del país se importa de las viejas repúblicas soviéticas.
La energía nuclear, que fuera tan vilipendiada en décadas pasadas, hoy es la más segura y la única que no genera contaminación ya que solo produce vapor de agua en sus procesos.
El mundo comienza a mirar otros tipos de energía no contaminantes como la solar y la eólica, ampliamente disponibles en algunas regiones privilegiadas. La solar en el caso de la Puna donde la heliofanía y la radiación son altísimas y que permitió que se instalaran sendos parques fotovoltaicos en la región de Cauchari-Olacapato, tanto en Jujuy como en Salta. Los paneles solares requieren metales críticos que no poseemos. También se comienza a mirar con mucha atención las grandes reservas subterráneas de "hidrógeno geológico" que podrían cambiar la matriz energética de algunas naciones que poseen la tecnología para su extracción. Se trata de un nuevo recurso minero como también lo son los campos geotérmicos o el metano congelado de los fondos oceánicos.
Necesidad de buenas políticas
Entre el vasto universo de minerales y elementos químicos útiles al hombre, en nuestro país y por su fuerte impronta agrícola se necesitan los llamados NPK, esto es nitrógeno, fósforo y potasio. No poseemos nitratos naturales los que se concentran en la costa pacífica de Chile y Perú. Tampoco fosfatos, si se exceptúan algunos pequeños depósitos biogénicos. En cuanto al potasio se cuenta con un importante depósito marino fósil a un kilómetro de profundidad en Río Colorado (Mendoza). Las malas políticas impidieron que se desarrollara mediante un proceso de minería de disolución y bombeo a superficie de las salmueras potásicas altamente solubles.
La esperanza en el potasio podría estar en extraerlo en el futuro de las salmueras de los salares de la Puna como un subproducto del proceso mineralúrgico del litio. Dichos salares, de origen volcanogénico, son además ricos en magnesio, cesio, rubidio, estroncio y boro, entre otros elementos. Y en la lista de lo que tenemos y no explotamos, pero que sí necesitamos e importamos, está el azufre, fundamental para la fabricación del ácido sulfúrico, uno de los ácidos claves de la industria.
Carecemos casi completamente de carbonato de sodio, también con un rol fundamental en la industria química. Entre otras cosas para fabricar el carbonato de litio y se lo termina importando del gran yacimiento de Green River en la cuenca eocena de Wyoming. Tenemos abundantes yacimientos de boratos, pero las grandes plantas de cerámica y vidrio están en Brasil. Y la lista continúa.
Estos y otros temas han sido ampliamente desarrollados en algunos de mis libros, entre ellos: "Reflexiones en torno a la Ciencia y Filosofía de la Minería. Complejidad, esencialidad y singularidad de la actividad minera" y "Ensayos y reflexiones sobre minería, minas, mineros y minerales", ambos editados por Mundo Gráfico Editorial, de Salta, en los años 2020 y 2021 respectivamente.