Editorial CLUBminero: "PDAC y la minería en tiempos de guerras"
HUGO BOSQUE
Otra vez, el tiempo pasa volando. A principios de marzo centenares de latinoamericanos viajarán una vez más a la Meca de la minería mundial. Estas vísperas de la gran feria PDAC 2023 transcurren entre ruidosos tambores de guerras que describen o auguran nuevos conflictos, militares, sociales y comerciales.
Audio: El #PODCAST DE DANIEL BOSQUE
En junio pasado, la edición 2022 de la que es más grande exposición de la exploración minera en el mundo, fue la primera de la postpandemia y debió ser movida al veranito de Toronto para escaparle al último brote de Covid.
Aquella cita tuvo como telón de fondo las bombas de Putin que llovían desde febrero sobre Ucrania, destrozando el mapa de la post Guerra Fría. Otros bombazos vienen dejando ganadores y perdedores en los mercados.
Un comentado resumen de estos días es el que acaba de publicar el conocido analista Frik Els, según el cual las 50 mineras más grandes del mundo cerraron 2022 con signos positivos después de haber perdido 1 billón de dólares en las bolsas, para recuperar US$ 165.000 millones en diciembre. No sólo eso: el cobre terminó el año un 20% por debajo del récord de marzo, los máximos y mínimos del mercado del oro oscilaron en US$ $400, el litio creció 10 veces, el carbón alcanzó un techo histórico el potasio volvió a precios de hace 15 años, el uranio al compás del negocio nuclear resucitó y el níquel estuvo indomable.
En síntesis, destruyendo el 50% o más del capital de las compañías listadas. Las bolsas en ruinas son como un organismo enfermo que siempre puede estar peor, advertía Keynnes.
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Hay que decir que as mineras, sus magnates y accionistas lloran porque perdieron el 50% del capital bursátil, pero no son los únicos que perdieron grandes fortunas. Las que más han sufrido es reseteo financiero son entre otras Google, Amazon, Facebook, Apple, arrasadas sin piedad por la inflación mundial, la crisis energética post Ucrania y los confinamientos masivos en China que terminaron bruscamente cuando el régimen de Xi Jimpin enfrentó protestas que escalaban. Tal como pasó en otros países, los chinos serán diferentes pero no son marcianos. La pandemia se presenta hoy más como un tema político que como una cuestión sanitaria aunque está claro que en muchos países ha corrompido y arruinado la atención de la salud.
Mientras florecía la inflación ,que según el Foro de Davos de esta semana, es el verdadero virus que no encontrará vacuna mientras persista la guerra a orillas del Mar Negro. El que avisa no es traidor: JPMorgan, BlackRock, entre muchos han avisado que 2023 será para muchos un ciclo de más pérdidas. Los balances han tachado los item ganancias y dividendos. El invierno cripto terminó derrumbando al mundo bitcoin. Y señores como Elon Musk, el pope de Tesla, el más rico del mundo, puede contar qué se siente perder US$ 2.000 millones en un puñado de horas.
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Frik Els, del que hablábamos al comienzo, dice que la cosa no está tan mal porque la minería en su promedio no se estrelló como el Dow Jones o el S&P 500. Pero en la micro hay mcho capital destruido, el financiamiento es selectivo y más difícil, y la inflación en faenas y en la logística mundial ha obligado a dimitir a decenas de CEOs y elencos gerenciales. En los paneles de Toronto habrá unas cuantas caras nuevas.
Pero la cuestión que interesa a los viajeros a la feria PDAC es cómo mide hoy la convulsionada América Latina. Cuyos gobiernos y sociedades navegan entre disputarle al negocio minero una mayor tajada. Es el caso del Chile, del debilitado Gabriel Boric, que ensaya un nuevo royalty o impuesto minero, pero sin cerrar el diálogo con las grandes mineras, en un comienzo de año en el que un acuerdo político convoca a una nueva Convención Constituyente, después de que el referendo rechazara la nueva Carta Magna que para la mayoría de los votantes no traería más democracia sino un probable salto al vacío.
La lista de incertidumbres y confusiones recorre el mapa de la región. Gustavo Petro en Colombia asumió con una agenda verde de acabar con el petróleo y el gas con la opción audaz de importarlo de Venezuela, también con el carbón, un commodity de moda que el país exporta y podría exportar más. O Panamá, que acaba de clausurarle la gran mina de cobre a First Quantum, la dueña del proyecto Taca Taca en Salta, Argentina.
O México, donde AMLO ha declarado al litio potestad del Estado azteca. Mientras que en Perú los acontecimientos gravísimos de los últimos días describen un estado cuasi insurreccional contra la endeble presidente Dina Boluarte, precisamente en las macro regiones donde hay grandes operaciones, hoy acosadas por comunidades cada vez más hostiles y grupos violentos que atacan e incendian campamentos.
De todo este estado de cosas vienen tomando nota los inversores. En vísperas de la próxima feria PDAC en Canadá, se conocerá la nueva encuesta anual del Fraser Institute sobre cómo ve la industria minera a diversas jurisdicciones del mundo. Un sondeo que responden sólo unos 200 ejecutivos, pero que tiene fama de ser un buen termómetro del humor inversionista en América Latina (de los fondos de Occidente, claro, porque los de China, Rusia, incluso las monarquías petroleras árabes, responden a otras lógicas). El ranking del Fraser es esperado por los gobiernos: si da bien se lo festeja, si no se lo relativiza, no es cuestión de mostrar la hilacha.
Para el , Argentina no es un distrito único. Como Canadá, está desagregada por provincias o estados, para no mezcInforme Fraserlar a San Juan, Salta, Jujuy o Catamarca, que brillan entre los preferidos al tope del ranking, con otras como Chubut, Mendoza o La Rioja, de los cuales es difícil escuchar cosas bonitas en los brief mineros, aunque haya un puñado de exploradores que piden cateos o siguen pagando cánones donde la minería está prohibida o es insegura.
La encuesta Fraser viene mostrando un ascenso permanente de Argentina, por el subrayado del gobierno nacional de que la minería es clave para la generación de divisas. El sondeo Fraser viene mostrando también una caída estrepitosa de Chile y Perú.
El retroceso chileno comenzó con el estallido social de 2019 y Perú con la asunción del ahora destronado Pedro Castillo. No son datos menores, porque lo que está en juego, en esas dos naciones, es el futuro del principal sustento exportador. En medio de los tembladerales, Perú acaba de disponer que la regulación minera no se alterará hasta 2027, una fecha lejanísima en este estado de crisis. Y Chile estableció que cualquier revisión de las concesiones no se hará antes de 2024
Paralelamente, además de las contorsiones políticas y económicas, la seguridad pública es otro dato. En Perú lo más reciente es el ataque vandálico a la mina Antapaccay, de Glencore. Y en Chile, el robo comando de contenedores de cátodos de cobre en el puerto de San Antonio. En el diálogo con el gobierno hay informes preocupantes de mineras y petroleras sobre acciones de pinzas de movimientos sociales, narcotraficantes, minería ilegal y delincuencia inmigrante, como la banda venezolana “Tren de Aragua” aliada de las FARC en Colombia, que bajó por Ecuador y ya complica ciudades en Perú y Chile. Ya hay precedentes, además de la siempre espiralada Colombia y es en México, donde los carteles narcos Jalisco, CJNG y otros atacan y extorsionan a las mineras en estados como Sonora y Guerrero.
Mientras todo esto sucede, el enero argentino, desde la lejana y tórrida La Rioja se expandió la mancha de aceite el escándalo del “litio estratégico”, la ley fantasma urdida entre gallos y medianoche por el Frente de Todos y que cobró notoriedad a partir de su publicación en CLUBminero. En pocos días la Ley del Litio del gobernador Ricardo Quintela ha dividido a las bibliotecas y profundizado la grieta política complicando incluso el arco gubernamental.
¿Fue Ricardo Quintela un loco suelto que tiró del mantel para establecer otro marco para el litio de roca, arcillas y salares riojanos, en una decisión disonante pero al fin soberana si se sigue la Constitución Nacional de 1994?. O seguía un guión kirchnerista, como muchos sugieren tras el artículo furibundo de Carlos Parrilli, el portavoz putativo de Cristina.
La tercera semana del año comienza con todo tipo de novedades que darán de comer a abogados, consultores y comunicadores. Las redes del Frente de Todos arden de proyectos y cruces estadísticos. Las cifras que más entusiasman para urdir un barajar y dar de nuevo son las de Chile, donde son patrones del litio SQM, la arrendataria del Salar de Atacama desde 1983, cuando reinaba Pinochet, y Albemarle, que refrendó su contrato con la agencia estatal Corfo. La primera pagó al Estado US$ 2.000 millones por su operación en 2022 y la segunda, US$ 471 millones a su locador estatal. Mucho más, dice el kirchnerismo, del 3% de regalías o 4,5% en otros casos, que dejan en la Argentina. La guerra de cifras, a favor o en contra es feroz y se sumarán otras decenas de briefs y cuadros estadísticos.
Ninguna sorpresa, dicen en las agremiaciones empresariales mineras y en los gobiernos provinciales que ya resistieron en octubre 2021 el proyecto Heller-Koenig para “una empresa nacional del litio” y otra movida rara, en los albores de Sergio Massa superministro que pretendía canjear beneficios cambiarios e impositivos a cambio de morder de la renta de las provincias del litio – Jujuy, Salta y Catamarca – unos puntos de porcentaje para volcarlos a YPF. Un texto oscuro que apenas trascendió puso en pie de guerra a los gobernadores.
Así como las tonadas norteñas son parecidas, cada cual tiene su cantito. Ninguna de las tres provincias aplica idénticos marcos de inversión, régimen de concesiones, participación del Estado en el negocio o compre local, un tema que muchas veces los enfrenta. Pero frente a cualquier avance de La Nación en la apropiación de renta minera, no los une el amor sino el espanto, como decía Jorge Luis Borges, y por eso desempolvan, a coro con las mineras, numerillos de impuestos nacionales y otras cosas.
El riojano Quintela hace meses firmó un convenio con Y-Tec, el brazo tech de YPF más Conicet para fabricar baterías de litio y montarlas en las motos de baja cilindrada MER del empresario Duilio Castro, un proyecto que que muchos dudan y critican por su ecuación costo-beneficio-subsidios, bajo la fachada de soberanía energética. Industrialización y precio del carbonato de litio son dos debates que se han disparado y continuarán un buen tiempo.
La Rioja y su ley de litio están revolviendo un estofado que unos cuantos quieren condimentar. La que nunca falta es la anti minería, con su prédica anti extractivismo, defensa de los ecosistemas y de las soberanías de los pueblos originarios. Esta última posición, dicen los mineros, como en el caso de las viejas denuncias del “oro sucio” de Pino Solanas y otros dirigentes que excluía a la estatal YMAD, choca contra la contradicción de que el litio dejaría de ser contaminante si fuera estatal nacional y popular.
Hay otros que en estos momentos reviven sus proclamas, como el incansable Pablo Rutigliano, quien proponía una cripto del litio respaldada en los recursos de las provincias y luego armó una Cámara Latinoamericana del Litio que no integra ninguna empresa, esta semana posteó por todos lados de que la Argentina habría exportado por US$ 3.500 MM y no por US$ 600 MM como es el cómputo oficial, lo cual hablaría de un pacto Estado-mineras para una subfacturación a escala.
Éste y otras voces críticas del negocio son los que hoy calientan el agua de la mateada peronista, con propuestas tales como una “Junta Nacional del Litio” (un nombre cuya reminiscencias eriza las piel de las empresas), un ente regulador, una empresa trinacional con Chile y Bolivia. Casualmente o no, una Empresa Nacional de Minería, como sugirió recientemente el sanjuanino José Luis Gioja, quien en tiempos pasados desechaba estas ideas.
“Era lógico, tenía que suceder, que con estos números del litio, la política nacional se lanzara al intento de manotear recursos a las provincias, como si lo que se llevan en coparticipación federal de impuestos fuera poco”, dice un encumbrado pionero del negocio en la Argentina.
Qué momento, dicen los mineros, justo en vísperas de ir a la exposición de Toronto mencionada, que entre sus múltiples programas destaca cuatro conferencias magistrales, de directivos de Teck, Rio Tinto y otras grandes empresas. Ninguna de ellas lleva por título o tema convocante a América Latina, cuyas venas abiertas, sus ríos castigados por la sequía de La Niña, llevan cada vez más mercurio, por el impulso y el abrigo gobiernos de la minería artesanal e ilegal desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia.
La minería de la región en muchos casos, está a full. Como ocurre con el boom en Bolivia, aunque en el auge ha saltado a la luz una trama de cooperativas bolivianas repletas de permisos de explotación, que destruyen ríos del subtrópico como tapaderas de empresas chinas. En la ciudad peruana de Juliaca, cerca de Puno y del Lago Titicaca, justamente con la agitación del líder boliviano Evo Morales, una multitud quemó las oficinas de la agencia de impuestos, de la fiscalía y de la policía nacional e intentó destruir el aeropuerto y la represión dejó unos 20 muertos.
Un dato para entender fenómenos: A 160 km de Juliaca, una región sin grandes minas, está La Rinconada, el pueblo minero informal/artesanal más alto del planeta a 5.100 m de altura, donde viven una 50.000 personas. Están en yotube reportajes espeluznantes sobre las condiciones miserables de vida en esta quimera del oro donde el agua tiene mercurio y hay por todos lados montañas de basura humana.
Justamente, el colapso de los vertederos de basura es el gran tema generalizado del Perú, excepto en tres municipios. Cualquiera que viaje por el país, incluido el Cono Norte de los suburbios de Lima, verá montañas de residuos abandonados entre los vecinos y en las carreteras.
Es tal vez el síntoma más visual, pero sanitario y gravísimo, de cuando el crecimiento del PBI de 30 años no se traduce en desarrollo humano y progreso social. En estos océanos de miserias, lejos del confort de las grandes ciudades, pescan los políticos de la devaluada democracia latinoamericana.
De todas estas cosas, además de pórfidos, vetas y salares se hablará en Toronto, en tiempos de guerras de impredecible final. A orillas del Lago Ontario, donde un célebre monumento afuera del Centro de Convenciones, reza en su pedestal que “Lo mejor está por venir”.