Vengo escribiendo acerca de que Bolivia se adhiera (o no) a jugar en las “ligas mayores” de la minería, dilema existencial que definirá el tipo de desarrollo de los años venideros en los que nuestro país buscará una salida a la improvisación que caracterizó y caracteriza la alternancia de posiciones políticas opuestas que han gobernado el país con la preeminencia de intereses políticos sobre los protocolos técnicos que debieran ser la guía para navegar en las escabrosas aguas de la economía global.
La nacionalización de las minas ya fue un intento de redescubrir el ser nacional, parafraseando a Sergio Almaraz, pero los intereses sectoriales llevaron sin prisa pero sin pausa al fracaso de este intento. La estructura del poder heredada de los Señores Feudales y del Súper Estado Minero (Patriarcas de la Plata y Barones del Estaño, entre otros grupos) nunca fue reemplazada y siempre se tejieron obscuras relaciones entre el poder y los intereses de grupo que permitieron mantener esa estructura de poder hasta el presente.
Lo del MAS fue un intento de cambio que a todas luces y después de dos décadas de intentos y retrocesos, podemos decir que fue más de lo mismo pero con diferentes grupos privilegiados que manejaron el poder.
Así las cosas llegamos a esta altura de nuestra historia con sabor a poco, con desazón y con pocas esperanzas de cambio, el balotaje con los dos candidatos más votados muestra comportamientos divergentes de la masa electora que con los medios tecnológicos actuales se ha vuelto más maleable y con respeto a los niveles de voto consiente que siempre existen en estos eventos, más manejable por aquellos líderes carismáticos que venden humo a raudales en estos tiempos donde el menor resquicio de oportunidad de cambio merece una adhesión masiva del electorado.
Las propuestas de los candidatos para el balotaje no van más allá de las recetas tradicionales para salir de las crisis coyunturales que han sido muchas a lo largo de nuestra historia, acudiendo a la tradicional ayuda económica externa y a los préstamos de entidades financieras internacionales. Seguiremos administrando la pobreza de este país tan rico en recursos naturales y tan pobre en planes para desarrollarlos.
Ojalá tengamos alguna luz de esperanza
en los debates previos al balotaje
Acudiendo otra vez a Sergio Almaraz que en el siglo pasado decía, “los hombres del 850 ya depositaron sus esperanzas en la inversión extranjera, que un siglo después sobrevive en algunos bolivianos como una enfermiza ilusión (sic)”, casi dos siglos después seguimos considerando la inversión extranjera como el mentisán que todo lo cura.
No es que estemos en contra de la inversión extranjera pero, todo depende en qué y cómo se invierte, en el caso de la minería que fue a lo largo de la historia y vuelve a serlo hoy, el sueldo del país y el refugio para solucionar los problemas, en esta columna siempre postulé que la inversión en minería y en otros rubros de recursos naturales debe tratarse como negocio donde el Estado y el inversor ganen, no se debe usar la inversión para el gasto corriente como ocurre frecuentemente y cuyo resultado es el aumento de la deuda externa en aras de solucionar crisis coyunturales derivadas del mal manejo de la cosa pública.
Ya va siendo hora de concentrarnos en aumentar el pobre portafolio de proyectos productivos y de planificar el desarrollo del país en base al aumento de la producción y de la competitividad del país como un enclave para inversiones productivas no solo en minería sino en otros rubros. Ojalá tengamos alguna luz de esperanza al respecto en los debates previos al balotaje.
*Ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia