La configuración geográfica y geológica del norte argentino da lugar a un teatro natural de cerros, montañas y volcanes que representan un escenario único y singular en el planeta Tierra.
RICARDO N. ALONSO
La orografía andina, con la majestuosa Cordillera de los Andes, difiere de otros orógenos mayores por su marco geodinámico. Como por ejemplo del Himalaya, resultado de la colisión entre la placa India y la placa asiática que, en un símil a dos autos que chocan de frente, formaron la cordillera más alta de la Tierra.
En ese choque se cerraron los conductos magmáticos y por ello el Himalaya no tiene volcanismo. Los Andes Centrales, en cambio, son el resultado de un orógeno no colisional, producto de la subducción de la placa oceánica de Nazca por debajo de la placa continental sudamericana.
El ángulo de subducción de la placa oceánica es de 30 grados y esto lo sabemos por los hipocentros de los sismos. Cuando se mapea la profundidad de los focos sísmicos se puede reconstruir la geometría de la placa que se hunde.
Ese ángulo de hundimiento permitió a la placa llegar a la zona de fusión de 1.200 grados centígrados con lo cual se generó magma y ese magma subió a la superficie a través de un gran canal que formó la cordillera volcánica andina.
A través de complejos mecanismos la corteza se calentó y se deformó, se levantaron las montañas del este, se elevó y aisló el Altiplano y la Puna, se generó un empuje lateral y horizontal de la corteza hacia el oriente para dar lugar a la Cordillera Oriental y a las Sierras Subandinas y finalmente la llanura se hundió en el Gran Chaco sudamericano.
Y así por un fenómeno de igual equilibrio, llamado isostasia, cuanto más se elevan los Andes más de hunde la llanura. Estos y otros conceptos fueron desarrollados por el suscripto en una reciente conferencia brindada para el Club Amigos de la Montaña de Salta (CAM) en el Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM).
Desde hace décadas el CAM organiza anualmente dichas conferencias en el marco de su curso anual de montañismo. Este año y para la oportunidad, fui honrado con el título de Socio Honorario. El presente artículo es un resumen de los conceptos vertidos en la conferencia sobre el origen y evolución de los Andes Centrales.
Como dijimos, el teatro andino cuenta con una infinidad de relieves de todos los tipos, formas, orígenes, edades, alturas, prominencias o rechazos topográficos, escabrosidades, pendientes, geodiversidades, policromías e historias geológicas.
Los volcanes son uno de los paraísos de los andinistas. Los Andes Centrales cuentan con los volcanes más altos del mundo, caso del Ojos del Salado y el Llullaillaco, que por apenas un centenar de metros rozan los 7 km de altura sobre el nivel del mar.
Y que además se levantan desde la fosa del océano Pacifico, frente a Chile, que se hunde a más de 8 km de profundidad, lo cual resulta en el salto topográfico más grande del planeta ya que alcanza los 15 km en la vertical.
La mayoría de esos edificios volcánicos se conocen como estratovolcanes y son el apilamiento conspicuo de mantos de lavas y cenizas. Hay volcanes viejos como el Quevar que se apagó hace 5 millones de años, el Llullaillaco que solo tiene un millón de años, o los pequeños conos basálticos de la Puna (Negro de Chorrillos, San Gerónimo, los volcanes gemelos de Antofagasta de la Sierra, etcétera), más jóvenes que 100 mil años.
Incluso el volcán Tuzgle tiene una colada de lava basáltica joven, postglaciaria, que pudo haberse producido unos 5 mil años atrás cuando ya había humanos viviendo en la región. Hay volcanes que se elevan algunos cientos de metros sobre su base y otros que alcanzan una prominencia de 3 km, caso del Llullaillaco.
Porque una cosa es la altura sobre el nivel del mar y otra la altura a la que se elevan sobre la superficie topográfica que los contiene. Hay estructuras volcánicas enormes como la caldera de Galán, con 40 km de diámetro, que contiene en su interior al cerro homónimo, un edificio de magma resurgente.
Y que está rodeada por 100 km de una torta de lavas ignimbríticas a su alrededor. La alta cordillera volcánica es una cadena de volcanes unidos en rosario. Pero también hay cadenas volcánicas transversales que cruzan la Puna en dirección noroeste-sureste como la de Coyahuaima en Jujuy, Quevar en Salta, y Antofalla en Catamarca, con varios “seismiles”.
Y también algunos volcanes sueltos sobre el borde oriental de la Puna como el Ratones en Salta y el Chimpas en Jujuy. Cada uno de ellos con sus propios encantos geológicos. La Puna Argentina también cuenta con una serie de serranías interiores que son las montañas divisorias de los salares.
Reciben los nombres de filos o cordones y están mayormente compuestas por rocas marinas ordovícicas, generalmente de características lajosas y verdes. Entre ellas se tienen las de Calalaste, Macón, Copalayo, Pozuelos, Olaroz, Lina, Cobres, entre otras.
No suelen ser tan atractivas por carecer de grandes alturas y por presentar bajo nivel de dificultad para el ascenso. La Cordillera Oriental es la unidad de grandes fosas tectónicas que se encuentran al oriente de la Puna y que contiene a los Valles Calchaquíes, Valle de Lerma, Valle de Siancas, Quebrada de Humahuaca, entre otras depresiones que corren en sentido meridiano y están limitadas por sierras importantes.
En esta unidad no hay volcanes, salvo el caso aislado de los “Volcanes Gemelos” de la Poma, conos basálticos de solo 50 mil años de antigüedad. La Cordillera Oriental contiene prominentes cadenas montañosas que bajan en altura desde el borde de la Puna hasta las estribaciones orientales del sistema subandino.
En el borde de la Puna se tienen elevaciones como el Nevado de Cachi y los Nevados de Palermo con algunas alturas que superan los 6 km sobre el nivel del mar. La cumbre principal del Cachi, alcanza los 6.380 metros. El médico noruego Arne Hoygaard (1906-1981) junto a un militar (Di Pasquo) y un cura franciscano (Pelicelli) fueron los primeros en hacer cumbre en 1950, en el Nevado de Cachi, bautizando la cima como “El Libertador” en homenaje a San Martín.
El Cachi es un intrusivo granítico de edad cámbrica hospedado en viejas rocas marinas de fines del Precámbrico. Su prominencia desde el piso del Valle Calchaquí alcanza los 4 kilómetros. Téngase presente que esos granitos provienen de magmas que se enfriaron unos 500 millones de años atrás a unos 10 km de profundidad y hoy yacen a más de 6 km de altura mostrando las tremendas transformaciones geológicas que sufrieron a lo largo del tiempo geológico.
Y algo parecido pasa con otros granitos que forman montañas como el Nevado de Chuscha, Nevado de Chañi o el de Fundiciones y Cañaní en la Sierra de Santa Victoria, cerca del límite con Bolivia. También son granitos, pero más jóvenes, el de la Sierra de Aguilar en Jujuy y el Nevado de Acay en Salta.
El Acay es uno de los cerros emblemáticos. Constituye un mojón natural visible desde cualquier lugar desde se lo alcance, sea yendo o volviendo a la Puna, subiendo al fondo del Valle Calchaquí, o por cualquiera de las quebradas que bajan desde él, como la de Las Capillas.
Es un mojón natural y fue el punto de arribo de los primeros conquistadores españoles que cruzaron en busca de oro al Valle Calchaquí. Lo interesante es que el Acay no es un volcán, como algunos mencionan sino, como se dijo, un intrusivo granítico del Terciario.
Muchísimas otras cadenas montañosas se encuentran a ambos lados del Valle Calchaquí como las cumbres de San Miguel, cumbres de Quilmes o Cajón, Cumbres de Santa Bárbara, entre otras, superando los 4 y hasta los 5 km de altura sobre el nivel del mar.
La Quebrada del Toro tiene montañas que la limitan que se levantan a más de 4 km de altura. La fosa tectónica del Valle de Lerma es muy asimétrica con alturas que superan los 5 km al oeste (Cumbres de Zamaca-Malcante, Nevados de Castilla- Lesser), o sea las “Cordilleras del Poniente” de los viejos salteños, y una sierra baja, la Sierra de Mojotoro con alturas menores a 1.500 m sobre el nivel del mar.
Una excepción la constituye el tramo austral conocido como Sierra de Sancha donde las alturas máximas superan los 2.200 m sobre el nivel del mar. Aflora allí un retazo de las rocas más viejas de Salta.
El Valle de Siancas (propiamente Cianca), tiene montañas al oeste como las del Gallo y San Antonio que superan los 2.500 metros. El Valle de Metán tiene al oeste el afamado Cerro Crestón que se eleva a 3.269 m y lo hace sobre el piso del valle que no supera los 800 m sobre el nivel del mar lo que lo convierte en una de las grandes alturas del nudo entre al menos tres provincias geológicas.
Otra excepción similar la constituye el Cerro Amarillo del Alto Calilegua (Jujuy) que supera los 3.600 m sobre el nivel del mar en un ambiente transicional a las Sierras Subandinas. Tal como se aprecia, la rica orografía del norte argentino constituye un verdadero paraíso para los amantes del montañismo.