El litio del NOA, creciente y prometedor, otra vez es foco de debates. Esta vez a raíz de nuevas definiciones oficiales desde el Ministerio Productivo de la Nación sobre la posibilidad de fabricar “baterías de litio” en la Argentina. Un anuncio que ha renovado reflexiones en la industria minera sobre el mítico "oro blanco", considerado estratégico en países vecinos y posible salvación nacional en otros. y cuya súper abundancia planetaria determina su presente y futuro.
Argentina exportó en 2020 algo más de US$ 200 MM de carbonato de litio, unas 32.000 toneladas, desde elSalar del Hombre Muerto, de la estadounidense Livent y de Olaroz, de la australiana Orocobre, en tanto tiene en diferente grado de avance otros 11 proyectos, el más avanzado en Cauchari-Olaroz, en Jujuy, de la chino-canadiense Exar.
Las ambiciones del gobierno argentino son que el país alcance una masa crítica exportable de 40.000 toneladas en el próximo año y que triplique este volumen al fin de esta década. Con lo cual, si se sostuviera el precio de hoy, estaría rondando los US$ 800 MM de ventas al exterior.
La máxima utopía argentina es superar las 300.000 toneladas, o US$ 3.000 MM en divisas. Pero estas proyecciones - además del contexto argentino que preocupa a los inversores, como ocurrió con el freezado del proyecto de Centenario Ratones, de la francesa Eramet, a fines de 2019 - dependen de que el precio del litio no se siga desplomando en las pizarras del mundo.
El valor del carbonato decayó un 30% en 2020 y un 50% desde 2016, cuando la tonelada llegó a superar los US$ 16.000 (en el mercado spot llegó a pagarse a US$ 24.000 por la urgencia de traders chinos). Hoy sólo se transa en torno a los US$ 7.000.
Aquel cenit de hace un lustro ocurrió antes de que Australia se lanzara con todo a la explotación de sus pegmatitas, o litio de roca, con lo que pasó de un cuarto lugar en el ranking global a compartir el liderazgo con Chile. Muy por encima en volúmenes y productividad que otros jugadores como Argentina y China, el principal consumidor.
El problema del litio no es otro que su sobre stock. Las mensuras actuales de los recursos garantizan un consumo planetario de 1.500 años. Solamente los de Australia alcanzarían para un siglo.
El mercado mundial de commodities minerales muestra las diferencias siderales: El del oro sumó US$ 170.000 millones, el cobre US$ 130.000, el hierro US$ 120.000, el litio sólo US$ 7.000. Una sola mina metalífera de la Argentina, Veladero de Barrick, o Cerro Negro de Newmont, exportó más que todo el complejo de litio del país.
El ministro productivo Matías Kulfas, en cuya cartera está la Secretaría de Minería de la Nación, ha vuelto a poner el acento en enriquecer a la cadena de valor del litio, en consonancia con una corriente del pensamiento pro industria nacional, que tiene su expresión en cámaras empresariales afines al gobierno nacional y en las provincias. Y que tiene su correlato en 170 investigadores y becarios del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (Conicet) abocados a esta cruzada nacional a la que también, en distintas ocasiones, han adherido gobernadores y entidades empresariales.
En este contexto, como era previsible, han surgido también proyectos de ley desde el peronismo, como el del salteño Lucas Godoy, que proponen declarar mineral estratégico al litio y a fortalecer el rol del Estado a través de una empresa pública, de institutos científicos ad hoc y de una mayor regulación de los actores de este mercado y de su comercio exterior. A tono con su matriz de pensamiento, el legislador dice que Argentina es el país más atrasado en la región en la planificación de su litio.
Pero en la producción de baterías de litio, en rigor se trata de “baterías con litio”, ya que sólo tienen un 5 a 7% de carbonato o hidróxido del mineral blanco. Entre el grueso de sus nutrientes insumos están, entre otros, el níquel y el cobalto, caros y escasos en el mundo, junto al grafeno, un insumo hoy más abundante gracias a las nanotecnologías, con lo cual bajó su precio. Insumos no los tiene y para agregar valor a su abundante litio debería importar más del 90% de sus insumos restantes.
Eso no es todo, en al battery world es la tecnología lo más costoso, lo que permite quemar rápidamente etapas de desarrollo y consolidarse en los mercados. Una productora de baterías se parece más a un quirófano que a un espacio fabril. Y hoy no existe ningún complejo de este tipo en América Latina, ni siquiera en Chile, líder del litio mundial.
El país trasandino es el que siempre miran mineras, expertos y funcionarios argentinos. Produce tres veces lo de Argentina, más de 100.000 ton, y sus grandes jugadores, con SQM-Tianqi a la cabeza, aspiran a triplicar el volumen, con subproductos como el potasio, asociado al nitrato de los desiertos del Norte, pero hoy enfrentan objeciones ambientales por la escasez de agua. Allí sigue el debate sobre el rol estratégico del mineral y la alta imposición, de casi del 50% a las exportaciones de Atacama, soportadas por una productividad envidiable, además de la ventaja de que sus puertos miran a Asia, the big buyer.
En las antípodas del remanido Triángulo del Litio están Bolivia y Uyuni (con Yacimientos de Litio Boliviano, YLB, como único operador), un mar de litio con su gran cantidad de magnesio asociado, lo que lo encarece e históricamente relegó su desarrollo. Lo mismo que sus trifulcas políticas que llevaron en el último capítulo de Evo Morales a enfrentarse con las autoridades de Potosí. Uyuni tendría 19.000 de las 80.000 MM de toneladas de litio del planeta y ha montado una planta piloto precaria, todavía lejos de cualquier estándar aceptable. Su sueño no progresa, a pesar de los acuerdos sucesivos con Rusia, China, Corea o países de Europa.
Estos vaivenes transcurren mientras la región ve de reojo burbujas y auges bursátiles. La pandemia ha potenciado más el debate mundial sobre el cambio climático y la transición energética. Tesla, que este mes perdió en la bolsa más del 20% de su valor, después de haber crecido un 300% el año pasado, acaba de decir que buscará más I+D en el litio, menos eficiente y más voluminoso para las baterías, pero menos escaso y caro que el níquel y el cobalto. Y sobre todo, menos acaparado por China.
Leer esas crónicas revive el optimismo de ministros y gobernadores. Y puede hacer brincar a alguna lithium share. Otra cosa es que en la famosa "división internacional del trabajo" - de la que hablaban Smith, Ricardo y Stuart Mill, antes de las críticas de la CEPAL y de los dragones de Oriente, nuestros amos de hoy - haya un lugar reservado para pools latinoamericanos de baterías.
Lo mismo que no hubo un lugar en el mundo para refinadoras de oro, plata y cobre en la región , que acompañaran el fuerte desarrollo minero desde los 90 hasta hoy.
¿Hacia donde debe ir el litio argentino? No son pocos en la minería argentina, donde en la última década hubo un boom inmobiliario de áreas y concesiones que no ha dejado libre los cateos más atractivos, en que había que poner el énfasis en mejores infraestructuras, desarrollos de proveedores y logísticas y más competitividad.
No hay que confundir electromovilidad con minería, advierten las mineras. El mercado del litio viene creciendo, a pesar de los avatares argentinos. Y en el litio, un segmento repleto de mitos y leyendas, cualquier salto en regulaciones y nuevos gravámenes so pretexto del impulso a sueños industriales que no tienen cabida en el mundo, podría ser fatal, advierten fuentes del sector que prefieren el anonimato, como es de rigor en la Argentina.
“Parafraseando a Atahualpa Yupanqui, el litio es de nosotros y las baterías son ajenas. No es mala idea seguir así”, dice el gerente de una minera, siempre en off.
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