Escribe Bosque: Chile, del No es No al reseteo de Boric

60 A 40: LA LECCIÓN DEL PLEBISCITO CIERRA Y ABRE CAPÍTULOS

#VOCES 03 de septiembre de 2022 CLUBminero
encuesta en chile
Escrutinio 4-S: El Rechazo fue mayoría


DANIEL BOSQUE*

La paliza que recibió en las urnas la Nueva Constitución, a pesar del esfuerzo del gobierno, abre otro horizonte en Chile. Que pondrá a prueba la democracia y la capacidad de construir consensos, a los que llamó esta noche en su autocrítica el presidente Gabriel Boric.

Seis de cada diez de los 13.000.000 votantes rechazaron un articulado radical y utópico, que pretendía poner patas para arriba la “democracia burguesa” y diseñaba instituciones, reglas y escenarios en los cuales no se vieron reflejados y contenidos la mayor parte de los ciudadanos.

No porque sean conservadores o esclavos de la propaganda de la derecha, como algún exponente del Apruebo derrotado ofendió en la noche del domingo. Todo lo contrario, muchos de los que le dieron la espalda a esta Constitución metiendo la papeleta Rechazo son los mismos que hace tiempo reclaman cambios sociales y el abandono del dogmático Estado subsidiario que instauró el pinochetismo y que sometió a cosméticas la época democrática subsiguiente. 

Boric puede haber comenzado a construir esta noche su graduación como estadista, con el llamado a un diálogo para resetear el proceso constitucional "con el Congreso como gran protagonista".

Pero el resultado final de este espinoso camino no depende sólo del mandatario, sino también del fuego amigo de quienes lo llevaron y lo sostienen en el poder. Por otro lado, también de la oposición, donde anidan desde los más moderados a los más extremos. Además de la Constitución, está el aquí y ahora: el mandamás de La Moneda deberá sobrevivir a las tensiones de económicas y sociales, como se vio la semana pasada en las pifias que recibió durante un encuentro con la poderosa Sociedad Nacional de Minería (SONAMI) cuando quiso defender su propuesta de nuevo royalty (gravamen) al sector. 

Acusando el golpe del plebiscito, y a sabiendas de que recién está en el primer cuarto de un mandato plagado de dificultades, el joven presidente ha inventariado los problemas que tiene Chile en lo económico, político y social. Y ha mencionado al pasar la promesa de un ajuste en su estructura de gobierno para enfrentar lo que viene.

Comenzó el 5-S del que tanto se hablaba con notas rutilantes. Con el dato mayor de que en el Chile de las antípodas, de los desiertos del Norte, donde asola la inmigración conflictiva a los bosques del Sur, donde la violencia mapuche es reina y señora, se ha visto la mayor oposición a esta  Constitución "plurinacional, verde e inclusiva". Cuyos redactores, desde su utopismo e impericia se entusiasmaron con un cambio copernicano que en sus pliegues traía tantas reivindicaciones sociales y de reparaciones históricas postergadas como audaces sistemas de representaciones y de poder. Unos cuantos de estos tips son los que no han resultado del gusto de la mayor parte de una ciudadanía que acudió a votar en número altísimo.

Lo que ha pasado en Chile se lleva todos los flashes del mundo. Y el llamado en modo socialdemócrata de Boric de reescribir "una Constitución que nos exprese a todos" admite lecturas “al uso nostro” en países latinoamericanos que hoy se retuercen en antinomias y convulsiones. En vecinos donde fuerzas ungidas en elecciones descalifican y amenazan con suprimir a sus antagonistas políticos y sociales.

El proceso abierto por el estallido social 2019, un semestre antes de que el mundo se cerrara por la pandemia que castigó con dureza a Chile, ha cerrado otra etapa. Y abre otro capítulo en el cual intentarán recuperar el centro del ring los partidos tradicionales que habían sido desplazados en las preferencias por la prédica romántica de los indignados.

A estos últimos, en la elección para constituyentes, una amplia franja desencantada les había dado su voto. Pero en unos cuántos capítulos del proyecto de carta magna rechazado hubo extralímites y desvíos de prioridades, además de la tentación de abolir la democracia y terminar con medios y modos de producción que son sustentos del país.

Esta juvenilia radical es la que no ha hecho pie en el imaginario de millones de chilenos. Que reclaman cambios de paradigmas pero han dicho su No es No a este marco idílico y dulzón, por aquello de que no es bueno "salir de guatemala para entrar en guatepeor".

*Director CLUBminero


LA CRÓNICA PREVIA AL PLEBISCITO

Constitución Chile a las urnas:
Utopías de bienestar vs. temor al abismo

LA CONSTITUCIÓN DE CHILE, Y SUS AUDACES PROPUESTAS SOCIALES, SON UNA MONEDA EN EL AIRE

constitución chile

"Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático" (Preámbulo de la Nueva Constitución de Chile que se vota mañana)

Cuenta regresiva en Chile. Y la pregunta no es a propósito del 4-S, este domingo en que millones acudirán a las urnas, sino el 5-S, el día después. Es una víspera sin euforias por afuera de los núcleos duros. Ni en la costa del "Apruebo" ni en el "Rechazo".

Mucho tiene que ver la inocultable mala praxis en que ha incurrido la Convención Constitucional con sus 155 miembros que deliberaron durante un año. Con una importante presencia de outsiders, militantes  de la indignación y del hambre de cambio social y estructural que se hizo visible y copó el centro de la escena con el estallido social de octubre de 2019.

Gabriel Boric y su nueva izquierda es otro hijo de este proceso y en su think tank el debate ha sido intenso y permanente acerca de en cuanto debía atar la suerte de su gestión al Sí o al No de este domingo. 

Las encuestas (ver abajo) pueden equivocarse, más en ratios de tanta paridad e indecisos tan inflados. El Rechazo ha venido liderando los sondeos en los últimos 60 días. Y los esfuerzos anabólicos del Ejecutivo acercaron posiciones y hoy, si ganara el Rechazo lo haría con un estrecho 53%. Un país claramente dividido.

Clarísimo: nadie quiere en Chile la Constitución de Augusto Pinochet de 1980. Otra claridad, con mayor atomización: el texto de la Nueva Constitución no ha dado la talla por su teñido, en algunos acápites en marcada tonalidad, de banderas utópicas que muchos están cuestionando.

Por un lado, desde la  ciudadanía, que viene reclamando otro status quo para la  institucionalidad chilena pero no se siente cómoda con la idea de saltos al vacío o de bordes imprecisos por el imperio de otro diseño de Estado, de las representatividades políticas y sociales, de la propiedad, entre otras cosas. 

Por el otro, obviamente, al texto le han caído con todo los partidos tradicionales que capotaron a manos de "independientes" e izquierdas (83 escaños) en las elecciones constituynetes de mayo 2021. La fuerza de Piñera (39) y su oposición de democristianos y socialistas de Lagos y Bachelet (28) quedaron muy detrás del arco antisistema que quedó a sólo 4 votos de los 2/3. De ahí en más, el trajín ha sido arduo y repleto de impericias de los outsiders. 

Boric ha impulsado un acuerdo de partidos para revisar letras grandes y pequeñas en caso de que el Apruebo consiga imponer la carta magna en las urnas. Pero ha sido el Partido Comunista, importante socio de la coalición gobernante, que tras el entendimiento ha puesto en duda su adhesión al compromiso.

Cual es el origen de cada cosa es un debate sin fin. Si ha sido el texto, ambicioso y en muchos aspectos radical, lo que dificulta en sí rotundo del electorado. O si contribuye a la ola de escepticismo y rechazo hacia el nuevo plexo el mal humor por las crecientes dificultades económicas y sociales de una economía que se ha ralentado como otras de la región, primero por la pandemia y ahora por los vientos gélidos de Ucrania, mucho menos acogedores que las "puras brisas te cruzan también"  con que arranca el  himno al país más largo y angosto del planeta.

Los defensores del Apruebo atribuyen a intereses poderosos la campaña del Rechazo de "una de las más avanzadas del mundo en materia social y, sin duda, la más feminista al reivindicar una democracia paritaria, quedeclara un Estado social de derecho descentralizado (se elimina el Senado y se crea una Cámara de las Regiones) y abierto a procedimientos de democracia directa desconocidos en Chile hasta ahora. Un Estado volcado hacia la preservación de la Naturaleza y la desprivatización de recursos tan fundamentales como el agua. Un Estado que reconoce la plurinacionalidad en aras de alcanzar, entre otras metas, una solución política al conflicto que vive la región de la Araucanía, el territorio mapuche en continuo estado de confrontación"...

Pero la otra vereda no encuentra sólo a momios (neologismo chileno para despreciar a la derecha). El Rechazo ha crecido en una amplia franja espantada por la disonancia de un lenguaje y una propuesta polarizante, marcada por proclamas radicalizadas. Una de las que más ruido hace es la plurinacionalidad, que hoy se confronta inevitablemente con la acciones  violentas de los separatistas mapuches al Sur del Bio Bio. A la hora de ejemplificar sobre los desmadres de un posible Estado militante, clientelista y exagerado en sus discursos feministas y ecologistas, el No a esta Constitución acude al ejemplo de Argentina y sus decadencias. 

The Economist es crudo: "se trata de una lista de deseos de izquierda fiscalmente irresponsables". La creación de derechos socioeconómicos preocupa porque no prevé cómo se van a financiar, por ejemplo, un sistema de salud integrado público y la provisión de vivienda para toda la ciudadanía. O como se ejecutarán prohibiciones de cosas como la especulación inmobiliaria y los servicios educativos con ánimo de lucro.



Mañana, yendo o no yendo a sufragar, los chilenos (y chilenas, como concluye ahora todo texto o discurso gubernamental inclusivo) escribirán otro capítulo de su tensa historia reciente, que pondrá a prueba nuevamente la solidez de su democracia y la sustentabilidad de sus consensos.  No es un dato menor para Boric, que jugó a fondo por el Apruebo. Y que no ha podido evitar, como en toda la región, que crezca el Rechazo a caballo del fenómeno de las frustraciones y el descontento con los representantes. 

En clave chilena: por la carestía, la delincuencia, el narcotráfico, la violencia separatista mapuche y otras capitis diminutios en una sociedad a la que el actual conglomerado de izquierdas no le está garantizando a sus votantes el camino para acortar desigualdades. Prque la magia no existe: la inflación se perfila por encima del 12% en 2022 y el año próximo habrá por lo menos una ligera recesión (0,4). Esos no son los guarismos más pobres: la inversión extranjera cayó en el primer semestre un 14% (US$ 10.000 MM) aunque el comercio exterior, sobre todo por el precio del cobre, creció a US$ 120.000 millones (+28%).

Nuevas generaciones y otros no tan jóvenes pero que presumen de banderas novedoras,  recitan lo de Marx de "tomar el cielo por asalto". Son los que han sumado horas y tintas para imponer en intensos combates dialécticos una Nueva Constitución que en horas se sabrá si que barajarla para darla de nuevo o si termina por imponerse, con no pocos interrogantes para cuando deba confrontarse con la dura realidad. "Es Chile un país tan largo, mil cosas pueden pasar", como cantaba Quilapayún en los tiempos del lejano Salvador Allende, hace ya medio siglo.

*Director de CLUBminero


4-S en Chile: las 5 incógnitas de las encuestas

andres sherman
ANDRES SCHERMAN
*
/ CIPER CHILE

«No sabemos si las encuestas están capturando adecuadamente cinco fenómenos que, en el escenario del voto obligatorio, pueden ser clave al leer en los resultados del domingo.»

El plebiscito del próximo domingo será la primera votación realmente obligatoria en la historia de Chile. Hasta 2012, las votaciones eran ineludibles para quienes se inscribían en los registros electorales, pero anotarse ahí era un acto voluntario. Antes de 1973, el Estado estimulaba la participación con incentivos, pero, en rigor, tampoco era obligatoria. Por décadas, grandes grupos de la población estuvieron excluidos de sufragar, tales como las mujeres y los analfabetos.

Por eso el resultado de la elección de este 4 de septiembre es una incertidumbre. Nuestro mejor barómetro, las encuestas de opinión, siguieron estudiando el comportamiento electoral con la misma lógica que han usado para elecciones con voto voluntario.

En las dos elecciones previas su metodología tuvo diversos errores, pero se acercó exitosamente a los resultados en el plebiscito constitucional de 2020 y las elecciones presidenciales de 2021. ¿La razón? Los encuestadores botaron sus modelos de votante probable (cálculos que establecen qué porcentaje de los encuestados acudirá a votar) y entendieron que las bajas tasas de respuesta de sus encuestas generaban un efecto de «autoselección». Cuando solo el 10 ó el 5% de los contactados decide responder, hay una probabilidad fuerte de que se trate de personas con alto interés en política, que irán a sufragar y que se ubican en todo el espectro ideológico.

El problema de seguir bajo esa lógica para esta nueva elección es que no sabemos si las encuestas están capturando adecuadamente cinco fenómenos que, en el escenario del voto obligatorio, pueden ser clave al leer en los resultados del domingo.

1
Los jóvenes, después de un largo letargo electoral, salieron masivamente a votar a partir de 2020. Hasta 2013, votó cerca del 23% del segmento entre 18 y 29 años; el 2017, la cifra subió a 37% en segunda vuelta; y, en 2020, a 56%. Todos los estudios muestran que fueron vitales en el triunfo de Gabriel Boric, pero no sabemos cómo se comportarán este domingo.

2
El actual plebiscito podría significar la vuelta a las urnas de la población de 60 años y más, que se restó abruptamente en 2020 y con un poco menos de fuerza en la presidencial en 2021, probablemente a causa de la pandemia. Las encuestas han anticipado el regreso de este segmento y puede favorecer al Rechazo.

3
La obligatoriedad del voto puede significar que una gran cantidad personas de bajos ingresos participe, por primera vez, en una elección. Los datos son claros: en los últimos comicios la participación en las comunas más pobres ha sido muy inferior a las de mayores ingresos. Por ejemplo, en 2021, en La Pintana votó el 50% de los electores y en Vitacura, el 73%. En 2017, en Lo Espejo sufragó el 44% y en Las Condes, el 66%. ¿Habrá cambios en esta conducta?

4
Otra gran incógnita es la diferencia de participación e intención de voto entre la Región Metropolitana y el resto del país. En 2021, Boric superó a Kast en la capital con 60,3% contra 39,7%. Sin embargo, en regiones el resultado fue mucho más estrecho (52,6% versus 47,4%). Se produjo una suerte de clivaje centro-periferia que no se había visto antes con esa claridad. Tampoco tenemos claro qué pasará con esta situación.

5
Otro factor que está en la nebulosa es el bajísimo número de indecisos que las encuestas vienen mostrando desde comienzos de este año. La única excepción ha sido la del Centro de Estudios Públicos, que arrojó un porcentaje de 37% de indecisos en mayo —casi el doble que todas las demás encuestas—, resultado que se puede explicar porque es una metodología cara a cara, que permite una mayor tasa de respuesta y limita el efecto de autoselección que ya comentamos.

Hablando de indecisos, la encuesta del Comparative National Elections Project (CNEP) realizada por LEAS-UAI y Feedback apenas terminada la primera vuelta presidencial 2021, mostró que el 24% de electorado decidió su voto en la última semana, especialmente los votantes más pobres.

Por su enorme complejidad, esta elección será una buena prueba sobre cómo estamos estudiando la opinión pública en Chile. La opción Rechazo aparece como la mayoritaria en investigaciones que han tenido aciertos y fallas en sus proyecciones electorales. Este domingo tendremos la respuesta. 

*Periodista e investigador chileno

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