Eugenio Marí: El RIGI, una solución real para la crisis de crecimiento
La aprobación, o no, del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones, la Ley Bases como un todo, y el paquete fiscal, marcarán el ritmo de la recuperación económica.
EUGENIO MARÍ*
"Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón, y Argentina”, así describió el mundo el Premio Nobel Simon Kuznets. Lo que nos quiso decir Kuznets en ese momento es que Argentina era un país que, teniendo todo para estar en el grupo de los desarrollados, implementaba políticas tan malas que lo alejaban de este pelotón.
El Congreso argentino tiene una oportunidad importante para hacer que la descripción de Kuznets empiece a quedar en el olvido y para que nuestro país, finalmente, se una al grupo de economías desarrolladas.
El Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), incluido en uno de los títulos de la Ley Bases, es un instrumento que puede ayudar a cambiar el rumbo de decadencia de las últimas décadas. Su principal valor es que, de aprobarse, sería un régimen que daría estabilidad en las reglas de juego y un paraguas de protección para que aquellos que decidan apostar por el país no se vean perjudicados por oportunistas subas de impuestos, nuevas regulaciones y/o controles cambiarios.
No es algo trivial. Justamente uno de los principales desincentivos que tiene nuestro país como destino de inversiones es que las reglas de juego cambian o se incumplen con gran frecuencia, casi siempre en contra del inversor.
Hay tres factores que hacen que el RIGI (como parte de la Ley Bases) tenga potencial para generar un impacto de corto plazo muy importante. Argentina está alejada de los conflictos internacionales, un factor que se está convirtiendo en determinante para la decisión de hundir capital en un país. Posee abundancia de recursos que son apreciados y serán demandados por el mundo, como el litio, el cobre, el gas, los alimentos y el capital humano. Y porque, en el marco de lo anterior, existen una cantidad de proyectos de inversión que están listos para empezar a ser desarrollados y están a la espera de una señal de certidumbre política sobre el futuro del país.
Si bien el RIGI está diseñado para que apliquen grandes proyectos de inversión, de más de 200 millones de dólares, no hay que perder de vista que los beneficios los verían también las PyMEs y la sociedad como un todo. Una de las características principales de estos grandes proyectos es que por su escala movilizan a gran parte del ecosistema productivo local. Las grandes empresas no producen todo lo que necesitan para estas grandes iniciativas, sino que se apoyan y contratan como proveedores a MiPyMEs y emprendedores locales.
Además, estos tipos de inversiones también pueden actuar como catalizadores de mejoras en la productividad y la calidad de los procesos de otras empresas. Es muy usual que las grandes empresas que lideran estos proyectos lancen programas de desarrollos de proveedores, con el objetivo de que los insumos que se les provean cumplan con estándares de procesos y de calidad internacionales.
Las inversiones que impulse el RIGI serán también importantes para terminar con la crisis laboral que atraviesa Argentina. Hace 12 años, desde el 2012, que no hay creación de empleo asalariado privado registrado. Frente al estancamiento en el trabajo asalariado privado, los nuevos trabajadores que han ingresado al mercado laboral lo han hecho en el sector público, como independientes o en el mercado informal. Más inversiones significan más empleo. Y, observando los sectores con mayor potencial de corto plazo, significaría más desarrollo de empleo a nivel federal, en particular en provincias donde del NOA y la Patagonia, donde la proporción de empleo asalariado privado es menor que en la zona centro.
Es cierto que el RIGI sería una oportunidad para la inversión extranjera. Pero aún más lo sería para los argentinos. En los últimos años, la sociedad argentina ha sacrificado consumo y ha generado ahorros equivalentes a más de 437.000 millones de dólares que se han destinado a la compra de activos externos.
Es decir, han quedado fuera del ecosistema financiero y productivo argentino. ¿La razón? Que los propios argentinos no vemos certidumbres para invertir en nuestro propio país. Imaginemos que cambiamos y que, como consecuencia, solo el 10% de estos ahorros se vuelcan a la Argentina. Serían más de 40.000 millones de dólares; para tomar dimensión, el total del crédito al sector privado argentino son alrededor de 25.000 millones de dólares.
La aprobación, o no, del RIGI, la Ley Bases como un todo, y el paquete fiscal, marcarán el ritmo de la recuperación económica. Que la recuperación sea en forma de “U” o de “V” estará en gran medida marcado por la señal que de la política sobre el cambio de rumbo y el impulso que estas puedan dar a la actividad económica.
Eugenio Marí es economista Jefe. Fundación Libertad y Progreso