¿Qué hacemos con Zijin? O mejor dicho con Zijin Liex. Esa es la pregunta que debería hacerse, más temprano que tarde, buena parte de la minería argentina.

Porque, por lo que se ve hasta hoy, los actores pertinentes no terminan de asumir la gravedad del cuadro.

Lo que ocurre en la mina Tres Quebradas (3Q), que en estos días produjo su primera tonelada de carbonato de litio de alto grado en Fiambalá, Catamarca, esta es la crónica de desastres anunciados. No económicos y financieros, sino en términos de marca país y licencia social. Y cuya no toma de posición podría tener incalculables consecuencias.

Antes, durante y después de que llegara a la Argentina y le comprara al descubridor Waldo Pérez y a su grupo inversor de Neo Lithium el importante yacimiento “de características únicas”, ya se hablaba de la compañía china liderada por Leizhong Li. Los usos y costumbres laborales, sociales y ambientales del holding chino con activos en varios continentes por las reiteradas vulneraciones a las convenciones internacionales del trabajo y de derechos humanos de las comunidades circundantes.

En la Argentina, los catamarqueños y no catamarqueños que trabajan, han trabajado o comerciado bienes o servicios con 3Q vienen refiriendo situaciones que nada tienen que ver con los estándares de eficiencia, modernidad, desarrollo social y promoción humana que pregonan las autoridades nacionales y provinciales, por un lado, y las cámaras empresarias por el otro y reclaman como condición de membresía atenerse a prácticas que la sociedad argentina ha sabido conquistar no sin sacrificios, conflictos, y sufrimientos.

Los últimos acontecimientos, de protesta vecinal y sindical, aunque haya operaciones de políticas y de prensa para bajarles el perfil, son de una gravedad tal que la minería misma debería generar sus anticuerpos. A esta altura, resultan inocultables los relatos sobre malos tratos, abusos, violaciones laborales sociales y ambientales de los gerentes de la minera china. Y es hora de que merezcan urgentes tomas de posición corporativa y que la sociedad catamarqueña y argentina sepan de qué lado se está parado y que minería impulsa, desde Jujuy, a Tierra del Fuego.

Desde hace tres décadas hay una auténtica obsesión en la minería argentina por conseguir la mentada Licencia Social y un aval mayoritario a la actividad minera, como expresión promotora del desarrollo social y ambiental. Esa tarea, que llevó incluso a la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM) a adoptar el sistema de auditorías Hacia una Minería Sustentable (HMS) no puede tirarse por la borda, no miradas hacia el costado.

Ni, desde la política, con mensajes absurdos como los escuchados en estos días, invocando tolerancia y comprensión hacia el “modelo chino” en las empresas. Hacía otro sistema de tratos y hasta de alimentación de los empleados, a códigos irrespetuosos de convivencia con los vecinos. Lo último ha sido el paroxismo de funcionarios municipales y provinciales que sugieren lo bueno que sería aprender chino para entender mejor por qué una cultura diversa es capaz de realizar los abusos mencionados.

En la Argentina de hoy suele decirse que hay vientos de cambio y que eso explicaría la implosión del Estado y Bienestar de pies de barro y la demanda social de revisar privilegios y abusos. En este contexto, la minería y las autoridades mineras no pueden minimizar o ignorar lo que ocurre con Zijin en Fiambalá. 

No se puede usar el Google para lo que conviene. Lo que se menciona en este editorial es conocido por la mayor parte de la minería argentina. Y sus antecedentes, salta a la vista en todos los buscadores, no es necesario replicarlos aquí.

No atender y dar respuesta a este conflicto, deslegitimará al conjunto de la actividad. A los funcionarios que declaman rigor en el cumplimiento de las normas y a los sindicalistas que deben sostener los derechos de sus trabajadores en cualquier tiempo que sea, sin la extorsión de que defenderlos podría significar que se vayan los yuanes salvadores. Sin ofender, esto no es África todavía y hay que actuar. Esperamos novedades.

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